* La Constitución como norte político
* El llamado a la unidad y el consenso
En el discurso de posesión de ayer, el presidente Gustavo Petro, en el marco de una Plaza de Bolívar atiborrada y las manifestaciones culturales en diferentes localidades colombianas, hizo énfasis en el artículo primero de la Constitución que, además de repetir textualmente, catalogó como el norte esencial de su gobierno, afianzando su acatamiento al régimen constitucional imperante en el país.
En ese artículo Colombia se define, en efecto, como un Estado social de derecho, lo que fue desarrollado punto a punto en su intervención, es decir, el designio explícito y juramentado de aplicar la Carta en los propósitos originarios como “una república unitaria, descentralizada, con autonomía de sus entidades territoriales, democrática, participativa y pluralista, fundada en el respeto de la dignidad humana, en el trabajo y la solidaridad de las personas que la integran y en la prevalencia del interés general”.
Igualmente, la Constitución, según es sabido, tuvo su origen en la Asamblea Constituyente de 1991, cuya plataforma básica, y que suele exaltarse como elemento fundamental, fue el consenso y la concertación, instrumentos a los que también aludió insistentemente el nuevo presidente como formulación política para su mandato.
En ese sentido, Petro, antes que renegar de la Carta, como algunos llegaron a pensar, se presentó como un defensor de sus postulados que de algún modo quedaron truncos a raíz de no haberse aceptado que los constituyentes pudieran participar de las elecciones anticipadas para el Congreso (en un repentino pacto sellado entonces en la Casa de Nariño entre el gobierno y los directores del liberalismo y el M-19). Lo cual, en no poca medida, privó al hemiciclo parlamentario de la experiencia de quienes habían intervenido en los debates de la Asamblea y tenían el conocimiento fresco y el estímulo para llevar a cabo las múltiples reglamentaciones diferidas a la ley. Muchas de las cuales, ciertamente, aún están por verse.
El artículo en mención tiene, a su vez, clara relación con el Preámbulo, de acuerdo con el cual, “invocando la protección de Dios, y con el fin de fortalecer la unidad de la Nación y asegurar a sus integrantes la vida, la convivencia, el trabajo, la justicia, la igualdad, el conocimiento, la libertad y la paz, dentro de un marco jurídico, democrático y participativo que garantice un orden político, económico y social justo, y comprometido a impulsar la integración de la comunidad latinoamericana”, se expidió la Constitución.
En este último aspecto el primer mandatario hizo un amplio recorrido por la América Latina, a partir de varias propuestas que señalan su propósito principalísimo de situarse como voz cantante entre los líderes de la izquierda continental. Para ello sugirió un cambio drástico en política antidrogas, inclusive sustentada en una nueva Convención Internacional; proyectos científicos conjuntos (en especial sobre vacunas); una transición energética compartida; y una banca latinoamericana diferente a los organismos multilaterales tradicionales.
A ello, como era predecible, sumó la simbología de la espada de Bolívar, cuyo robo sirvió de fundación al M-19, grupo guerrillero al que perteneció en su juventud, pero que fue entregada cuando firmaron la desmovilización hace décadas. La espada finalmente llegó a la Casa de Nariño, a instancias del presidente Iván Duque hace un par de años, y sirvió al nuevo primer mandatario de emblema de su discurso de posesión.
Asimismo, uno de los temas transversales a su discurso fue el del medio ambiente y el cambio climático, sobre el cual propuso un foro mundial para salvar a la selva amazónica. Y avanzó la idea global de “cambiar deuda externa” para sufragar los gastos internos a fin de recuperar selvas, bosques y humedales.
De conclusión, planteó un decálogo: la paz verdadera y definitiva; la creación y aplicación de una política del “cuidado”; el gobierno con y para las mujeres, como soporte de la igualdad; la construcción de un Acuerdo Nacional, con base en el diálogo; el desarrollo de una administración cercana, ajena a las cortinas de la burocracia; una estrategia de seguridad “desde la prevención hasta la persecución de las estructuras criminales” y la modernización de la Fuerza Pública; la lucha contra la corrupción; el amparo de la biodiversidad; el desarrollo de la industria, la economía popular y el campo; y el cumplimiento de la Constitución, a partir del artículo primero.
Y concluyó llamando a la unidad y el consenso.
Así inicia una etapa inédita en la política colombiana, con la gran turbulencia mundial de colofón. En ese escenario los votos no pueden ser sino porque a Colombia le vaya bien en esta nueva etapa incidida de dificultades e incertidumbres.