* La nueva encíclica del Papa Francisco
* Los riesgos del capitalismo desalmado
En la mejor tradición franciscana el Papa firmó su nueva encíclica “Fratelli Tutti” (Hermanos Todos) el pasado domingo en la basílica del Santo en Asís, en el corazón de la hermosa región de la Umbría italiana.
Como lo dice en la introducción de esta importante encíclica, que es la tercera de su pontificado, se busca recopilar ordenadamente lo que ha sido su coherente pensamiento social, económico, ambiental y de respeto a las personas, sobre todo las más pobres y desvalidas.
Coincidentemente con esta encíclica se está proyectando en la plataforma de Netflix un magnífico documental autobiográfico titulado “El papa Francisco y su tiempo” que, en cierta manera, es una versión cinematográfica de lo que ha sido su vida como defensor permanente de los más pobres así como crítico acérrimo del desperdicio social y de la exclusión en la sociedad contemporánea.
El papa Francisco es un gran líder, acaso uno de los pocos que van quedando en los tiempos actuales. La base de su liderazgo se apoya en algo primordial: la coherencia inquebrantable y permanente entre lo que dice y lo hace.
Una primera fase notable y trascendental de esta encíclica es la crítica feroz que el Pontífice formula al capitalismo desalmado. Es decir, a ese neoliberalismo indiferente a la condición de las inmensas masas de la población en las que poco piensan los dirigentes mundiales cuando adoptan sus políticas. “El mercado solo no resuelve todo, aunque otra vez nos quieran hacer creer este dogma de fe neoliberal. Se trata de un pensamiento pobre, repetitivo, que propone siempre las mismas recetas frente a cualquier desafío que se presenta”, nos dice el Papa.
La crítica al neoliberalismo en esta encíclica no es un cuestionamiento a la economía de mercado ni a la libre empresa. Tampoco es una invitación a abrazar un socialismo trasnochado. No, es un severo cuestionamiento a los gobiernos que al intervenir en el funcionamiento de la economía no ponen en primer lugar de sus preocupaciones a los más desvalidos que deben ser, precisamente, aquellos que merecen la atención prioritaria de las políticas públicas. En ese orden de ideas, si algún rótulo hubiera que ponerle a esta encíclica debería ser el que ella se alinea en las fronteras de la economía social de mercado. Para, desde allí, cuestionar severamente ese capitalismo opulento que solo beneficia a unos pocos.
Precisamente por ello el Papa advierte también sobre los populismos que desfiguran la responsabilidad primordial de los gobiernos. “Hay un insano populismo cuando se convierte en la habilidad de alguien para instrumentalizar políticamente la cultura del pueblo, con cualquier signo ideológico, al servicio de un proyecto personal y de su perpetuación en el poder”, recalca. El respeto sincero a las reglas de la democracia es, pues, el mejor antídoto contra los populismos que muestran sus orejas por todas partes en estos tiempos, muy especialmente en América Latina.
Como un buen testigo de su tiempo, el Papa incluye en esta encíclica un importante capítulo en el que cuestiona la política de los europeos principalmente- aunque no solo a ellos- por la manera insensible en que han manejado, como rebaños vapuleados, a los inmigrantes ilegales que llegan diariamente a las costas del Mediterráneo provenientes del norte del África o del Oriente cercano. Marejadas de personas que son tratadas en los países receptores sin el más mínimo respeto por sus derechos humanos. No le tiembla la mano tampoco al Pontífice argentino para formular serios cuestionamientos a la Organización de las Naciones Unidas que no ha sido capaz de prevenir conflictos en las regiones más pobres del planeta y con un alto costo de vidas humanas, sobre todo entre los más desvalidos.
“Fratelli Tutti” levanta también su voz contra el deconstructivismo histórico que se niega a sacar lecciones del pasado y siembra la semilla de los neoautoritarismos, indiferentes a las enseñanzas del pasado. La historia hay que respetarla para preservar un mejor futuro, dice el Papa. “Es fácil hoy caer en la tentación de dar vuelta a la página diciendo que ya hace mucho tiempo que sucedió y que hay que mirar hacia adelante ¡No por Dios! Nunca se avanza sin memoria, no se evoluciona sin una memoria íntegra y luminosa”, recalcó.
No será sorprendente, pues, que cuando pasen estos tiempos de pandemia (en que tanto se reclama de los gobiernos la búsqueda de la equidad como valor cardinal de sus políticas públicas en la defensa de los más golpeados por el coronavirus) la encíclica “Fratelli Tutti” sea reconocida como un paso trascendental de la doctrina social de la Iglesia. Acaso con la importancia que, en su momento, tuvo la “Rerum Novarum” de uno de sus antecesores, el papa León XIII.