- Una campaña presidencial muy movida
- Morales podría aprovechar polarización
El régimen despótico y cuasi-dictatorial de Evo Morales en Bolivia se cayó tras las elecciones presidenciales de octubre pasado por cuenta de un evidente fraude, que se convirtió en la última de una serie de graves violaciones a la Constitución y la ley propiciadas por el cuestionado gobernante de origen indígena. Los continuos episodios de corrupción e impunidad, su tendencia a torcer en su favor la normatividad, una marcada pérdida de credibilidad y la ceguedad del régimen para no otear el explosivo clima social en su contra desembocaron en el final vergonzoso de Morales. Solo cuando estaba cercado por un levantamiento popular sin precedentes, tras la espuria cita a las urnas, el acorralado mandatario entendió que debía abandonar tanto el poder como el país.
En materia geopolítica es claro que haber perdido a Bolivia resultó catastrófico para el ya muy debilitado “Socialismo del siglo XXI”. Morales, desde tiempos de Hugo Chávez, era considerado como una de las fichas más seguras para cimentar el dominio de la izquierda en Latinoamérica. Afortunadamente su caída vino a demostrar que, pese a la violenta persecución gubernamental a la oposición y a las múltiples maniobras del régimen para hacerle esguinces a la democracia y el Estado de Derecho, siempre llega un momento en que las mayorías reaccionan y consiguen tumbar a los dictadorzuelos que pretenden eternizarse en el poder.
Esto explica toda la cadena de sucesos que se generó luego de que las autoridades electorales del país del altiplano -que el Gobierno tenía cooptadas- se vieron forzadas a anular, tras el informe de la comisión de seguimiento de la OEA, la cita a las urnas del 20 de octubre del año pasado. Como se recuerda, tras una sospechosa suspensión de los escrutinios cuando iba ganando el expresidente Carlos Mesa, líder de la oposición, Morales se terminó declarando triunfador en primera vuelta. Sin embargo, ante la evidencia de bulto sobre el fraude cometido, se desató la furia colectiva y en cuestión de unos pocos días el mandatario indígena renunció y se exilió en México. Un colofón dramático a una campaña reeleccionista espuria desde un comienzo, porque el Jefe de Estado había perdido un referendo tiempo atrás que buscaba abrir paso a otro mandato suyo.
Ahora el nuevo reto para Bolivia, hoy en manos de un gobierno de transición, es la organización de los comicios presidenciales extraordinarios. Las autoridades electorales informaron que todos los partidos que participaron en las cuestionadas elecciones de octubre pueden presentarse a la justa del próximo 3 de mayo. Obviamente no Morales, y menos ahora que tiene una orden de captura en su contra.
Pero el exmandatario no se resigna y quiere participar, esta vez por intermedio de Luis Arce, proclamado como aspirante presidencial por el propio expresidente, refugiado ahora en Buenos Aires. El polémico espaldarazo se dio en un acto público en la capital argentina, pese a la supuesta prohibición de que como refugiado no puede utilizar el territorio gaucho para actos políticos. La oposición considera al candidato socialista como un personaje oscuro y con mala gestión cuando fue Ministro de Economía.
Respecto a la otra orilla, aún no se sabe si los otros candidatos que participaron en los comicios fraudulentos del año pasado, volverán a lanzarse. Félix Parzi ni Víctor Hugo Cárdenas se han decidido. Obviamente Mesa ya está en campaña y parte como favorito. También se podría abrir paso una aspiración de la actual mandataria encargada Jeanine Áñez. También están en competencia Luis Fernando Camacho y el pastor de origen coreano Chi Hyung. Podría incluso lanzarse el expresidente Jorge Quiroga.
Por lo pronto el escenario político y electoral en Bolivia está muy movido. Hay una profunda polarización y el movimiento indígena está listo a respaldar a Arce para volver al poder a como dé lugar. Aunque el gobierno de transición ha tomado decisiones que no a todos gustan, sí obtuvo amplio apoyo la determinación de suspender sus relaciones diplomáticas con Cuba, alegando injerencia del país caribeño en los asuntos internos de la nación del altiplano.
Precisamente por ello es que en los medios oficiales se da por descontado que Áñez se lanzará, impulsada -según sus parciales- por el respaldo nacional a las decisiones para recuperar el orden y la legalidad en el país, en pos de restablecer todo el tracto democrático. Ya se han pronunciado varios ministros y algunos representantes de la sociedad civil a su favor.
Lo más importante, en todo caso, es que Bolivia entienda que en los próximos comicios se juega mucho de su futuro político, económico, social e institucional. Si las mayorías no se unen, dejando de lado la puja de egos políticos y el pulso de partidos de centro y derecha, el riesgo de que la izquierda socialista vuelva al poder es muy alto. Una ruta, visto lo ocurrido con Morales, casi suicida.