La llegada de Jair Bolsonaro a la presidencia de Brasil ha dado para todo tipo de especulaciones sobre lo que será su mandato. Muchas de esas previsiones es claro que se encuentran influenciadas por la polarización política profunda, tanto en ese país como en todo el continente. Hay, entonces, un alto grado de subjetividad en los pronósticos que se hacen sobre lo que serán sus principales ejecutorias y reformas.
De igual manera, se cae en el error de confundir muchas de las promesas y afirmaciones de campaña con lo que será el plan de gobierno que se empezará a implementar ahora que comenzó el periodo del mandatario derechista, después de que Brasil durara dos décadas en manos de la izquierda y los dos jefes de Estado que tuvo de esa corriente terminaran uno en la cárcel por corrupción y la otra destituida por maquillar cuentas fiscales, todo ello en medio del mayor escándalo de corrupción del último medio siglo, tanto en ese país como en el continente.
Así las cosas, lo mejor para establecer cómo será el gobierno de Bolsonaro es esperar a que comience a tomar las medidas de fondo y los ajustes que hasta el momento solo ha esbozado de manera genérica, sobre todo en el plano económico, de seguridad interna, tamaño del Estado y de políticas públicas de la más diversa índole.
No se puede perder de vista que en América hubo en los últimos meses un pulso geopolítico muy fuerte, que ha estado todos los días en el centro del debate. La cercanía de la primera mitad del gobierno de Donald Trump en Estados Unidos, la posesión del presidente izquierdista mexicano Manuel López Obrador, la asunción al poder hace apenas tres días del derechista Bolsonaro y el inicio en los próximos días de un nuevo mandato del cuestionado líder del régimen dictatorial venezolano Nicolás Maduro.
Así las cosas, como se dijo, empezar a destacar o criticar a Bolsonaro por lo que dijo y no dijo en su discurso de posesión o por las primeras medidas que tomó, muchas de ellas de simple trámite cada año que comienza, es apresurado. Hay que dejar que tome las riendas y que el nuevo gabinete, con alta presencia de exmilitares, se asiente en el poder. Solo entonces, cuando asomen las reformas estructurales se podrá hacer un diagnóstico objetivo. Por ahora todo es especulación y subjetividad producto de la polarización.