- Por un diagnóstico económico certero
- Los tres énfasis del Foro en Suiza
Hoy arranca en Suiza la versión anual del Foro Económico Mundial, sin duda uno de los escenarios de análisis más importantes a nivel global y con mayor eco mediático, dado no solo el estatus de las autoridades políticas, económicas, sociales e institucionales que se dan cita allí, sino porque para no pocos simboliza un escenario para la defensa del capitalismo y el libre mercado. Aunque esta última visión ha sido rebatida reiteradamente por sus organizadores y asistentes, que defienden el encuentro como una oportunidad de vislumbrar los progresos y lastres de los sistemas productivos y su incidencia sobre la calidad de vida de la población, sea cual sea el modelo económico aplicado, lo cierto es que la versión 2020 tiene una significación especial por tres circunstancias trascendentales.
En primer lugar, el Foro llega a su versión número 50 y como es apenas obvio hay mucho debate en torno a lo que ha significado este medio siglo de actividades, sobre todo en cuanto a qué tanto sus conclusiones han sido un diagnóstico certero y objetivo de la coyuntura y evolución económica mundial y si las mismas han llevado a configurar una hoja de ruta que permita ir corrigiendo los defectos más visibles de los sistemas preponderantes, así como a potenciar los resultados más positivos.
Como cada quien interpreta las estadísticas sobre calidad de vida, índice de desarrollo humano, pobreza, desigualdad y nivel de progreso, inclusión o exclusión socioeconómica de forma muy subjetiva, más aún en un mundo tan polarizado política e ideológicamente, es evidente que hay múltiples ópticas al respecto. Prueba de ello, por ejemplo, son las visiones totalmente opuestas entre las tesis preponderantes del Foro Económico Mundial y las del Foro de Sao Paulo, este último marcadamente de izquierda y, si se quiere, reaccionario.
En segundo término el Foro que hoy arranca en la ciudad suiza debe analizar de forma detenida lo ocurrido en el último año en muchos países, especialmente por una extendida ola de protestas sociales, económicas y políticas, algunas de las cuales desembocaron en la caída de gobiernos, picos de violencia, un alto grado de desestabilización nacional e incluso un viraje profundo y forzado de las agendas de los mandatarios de turno.
Obviamente hay circunstancias de modo, tiempo y lugar que son imposibles de comparar, ya que cada evento de inconformismo popular tiene causas y efectos muy particulares y coyunturales, por lo que constituye un error de criterio grave concluir que el mundo asiste a una ola de crispación socioeconómica generalizada e interconectada. Sin embargo, hay algunos elementos coincidentes en estas movilizaciones populares que deben identificarse claramente, con el fin de señalar las pautas para paliarlas de forma estructural y con vocación de largo plazo. Se requiere, por tanto, una mayor capacidad de análisis en el Foro de Davos, y ello comienza por el compromiso de dejar sin piso, de una vez por todas, muchos mitos económicos tan acendrados como anacrónicos. Urge, en ese orden de ideas, más realismo en el diagnóstico y la explicación de lo que está pasando con los sistemas económicos y cómo están impactando a todos sus actores, especialmente a los rangos poblacionales más vulnerables. No faltan, incluso, los expertos que llaman a que, al cumplirse medio siglo de la cita anual en Suiza, su mayor aporte debería ser el de aterrizar a la práctica una marejada de formulaciones teóricas, cuya certeza y efectividad no han sido comprobadas ni refutadas totalmente.
Y, por último, el Foro Económico Mundial que hoy comienza está llamado a seguir poniendo en la agenda planetaria una serie de temas urgentes que todavía no han logrado imponerse como prioridades de todos los gobiernos y la población misma. Por ejemplo, tras la última cumbre ambiental en Madrid, quedó claro que está muy lejos de concretarse un consenso trasnacional, así sea mínimo, sobre cómo enfrentar el cambio climático y el nivel de exigibilidad y cumplimiento a los compromisos nacionales para frenar el calentamiento global, sin duda la mayor amenaza a la propia supervivencia de la raza humana.
Visto todo lo anterior, queda en evidencia que el Foro Económico de Davos está muy lejos de la visión panfletaria de que se trata de una cita de “países y personas ricas”. En realidad es una oportunidad para exponer experiencias locales, regionales, nacionales y continentales de éxito y también de fracaso. De igual forma para analizar las coyunturas políticas, económicas y sociales, por más positivas o críticas que sean, con un ánimo más proactivo y menos quejoso. Una oportunidad para erradicar mitos y resaltar realidades, bajo la tesis de que la solución a una problemática parte de una premisa básica: un buen diagnóstico.