Cara y sello de las consultas | El Nuevo Siglo
Viernes, 15 de Octubre de 2021

* Letargo de la campaña presidencial

*La política, ¿solo vetos y fricciones?   

 

 

A razón de un sistema electoral de sastrería, es decir, hecho a la medida del interesado, las reglas correspondientes en Colombia han fluctuado al vaivén de cada campaña presidencial. De tal manera no se puede decir, en nuestro país, cuáles son las normas claras y eficaces, al respecto, puesto que ellas no son universales, sino que más bien obedecen a criterios unipersonales surgidos al capricho de cada justa electiva. En ese orden de ideas, se hace necesario, pues, armar el voluble rompecabezas de cada elección y en esa medida saber qué terreno político se está pisando en realidad.

En la actualidad, cuando supuestamente se avanza en una jornada para escoger el tiquete de presidente y vicepresidente para el período 2022-2026, la verdad es que se ha erigido un nuevo escenario político. Se trata, ciertamente, de que ahora preponderan las consultas populares interpartidistas como fenómeno generalizado, una vez pudo comprobarse, en las elecciones presidenciales anteriores, el drástico desequilibrio entre los candidatos que habían optado beneficiosamente por ese mecanismo y los que prefirieron presentarse directamente a la primera vuelta presidencial.

En efecto, para nadie es secreto que la consulta popular de 2018, llevada a cabo el mismo día de las elecciones de Congreso, en marzo, fue ampliamente favorable al hoy primer mandatario, Iván Duque, aglutinando los sectores de derecha y centro derecha. En esa ocasión, Duque obtuvo cuatro millones de votos, relegando a Marta Lucía Ramírez y Alejandro Ordoñez, al segundo y tercer lugares. Y de otra parte, Gustavo Petro, en la otra consulta popular, arrasó con Carlos Caicedo, catapultándose en los sectores de izquierda y centro izquierda. 

Entre tanto, los demás candidatos, que bien se habían avalado por firmas u otras coaliciones, especialmente Sergio Fajardo y Germán Vargas Lleras, se vieron perjudicados en su exposición proselitista y programática, al no haber escogido el procedimiento de la consulta popular interpartidista. Esto porque, a diferencia de quienes hábilmente sí seleccionaron ese mecanismo, no pudieron gozar de los beneficios concomitantes: publicidad televisada, radial y de prensa anticipada; debates privilegiados; autorización temprana para manifestaciones y movilizaciones; acceso inmediato a la financiación y respaldo bancario en la reposición de votos por cuenta del Estado, con una chequera voluminosa para el curso electoral posterior; y, en suma, una serie de posibilidades que, en cambio, no estaban señaladas para quienes no se hubieran inscrito en ese procedimiento y optaron por ir directamente a la primera vuelta, sin el filtro de las consultas, además trámite regido por otras normas.

De esta manera, desde enero a marzo de ese año, el teatro de la campaña presidencial fue cooptado casi exclusivamente por la polarización interesada entre Duque y Petro, así estuvieran en consultas diferentes, mientras que los demás aspirantes tuvieron, en una buena proporción, que ver los toros desde la barrera, ya que la competencia quedó signada de antemano entre los dos extremos. Bajo esa perspectiva, lo que entonces ocurrió con el resultado de las consultas fue algo similar a una especie de vuelta presidencial inicial (una tercera vuelta) que puso a Duque y a Petro en la cresta de la ola, de la cual nunca se volvieron a bajar y que determinó irreversiblemente el desarrollo político posterior de la justa de 2018.

La lección, a hoy, es clara: ningún aspirante viable se va a marginar de las consultas populares, puesto que corre el riesgo de ser ninguneado políticamente, acorde con las normas electorales vigentes. Por eso hay candidatos (o precandidatos) a tutiplén en ese propósito. Y es ello lo que, en muy buena medida, está determinando las coaliciones hacia la primera vuelta con base en la inscripción a determinada consulta, una vez conseguido el umbral de firmas exigidas por la ley o el aval de algún partido.

Pero, a decir verdad, la pertenencia a una u otra consulta, que supone compartir unas mismas convicciones y una orientación similar para el país, aparte de los nombres en contienda, se ha convertido en una pugna mecánica y mediática que, en vez de aclarar el escenario político para el común de los colombianos, no ha hecho, por lo pronto, más que confundirlo. Más que ideas y programas, cuya exposición general debería el aliciente político principal, lo que se observan son vetos, nominalismos, fricciones y expedientes repentinos. Efectivamente, la mayoría de aspirantes permanece de bruces en ese juego en el que, nocivamente, resultan prácticamente inaudibles sus programas y propuestas, mientras que, como gran cosa, la exacerbación en las redes sociales está a la orden del día ¿Cuándo, entonces, comenzará la campaña presidencial en firme?