EN EL bar que Sandra administra en el céntrico distrito financiero de Ciudad de Panamá, ha caído la oferta en su carta debido a los retrasos en el paso de los barcos por el canal de Panamá, una de las principales infraestructuras navales en el mundo.
“No tenemos algunas cervezas extranjeras, porque el embarque no llegó, espero que llegue estos días”, dijo esta panameña a IPS, mientras señalaba un refrigerador semivacío del negocio, enclavado entre rascacielos.
La demora se ha repetido desde que la sequía ha plantado sus raíces en esta nación centroamericana a lo largo de 2023, exacerbada por los efectos de la crisis climática y el fenómeno cíclico de El Niño Oscilación Sur (ENOS), que calienta las aguas del océano Pacífico.
Esta mezcla de fenómenos repercuten sobre las zonas boscosas aledañas al canal y los embalses artificiales Alhajuela, Gatún y Miraflores que lo abastecen y que aportan agua para más de la mitad de la población total del país, de 4,7 millones de personas.
Sequías
Debido a la falta de lluvia, el nivel del lago Gatún, la principal fuente del canal inaugurado en 1914 bajó de su altura normal de 26 metros sobre el nivel del mar a menos de 24 en semanas recientes.
El canal bidireccional entre los océanos Atlántico y Pacífico moviliza 6% del comercio marítimo mundial, especialmente el de contenedores.
Además, la vía interoceánica ha perdido volumen por la evaporación a causa del recalentamiento de la temperatura del agua, según el estudio del sector hídrico de 2022, elaborado por la Alianza del Agua de Países Bajos, una red de 175 organizaciones públicas y privadas.
Para Óscar Vallarino, exfuncionario de la estatal y autónoma Autoridad del Canal de Panamá (ACP), fundada en 1978 para administrar la empresa, la coyuntura deviene por la inclusión del canal en su actual cuenca hidrográfica y por su ampliación desde 2016, que duplicó su capacidad y el volumen de los buques, además de desembocar en la prohibición de la construcción de más embalses.
“Por encima del tránsito, el canal debe dar agua cruda para las poblaciones de (las provincias) de Panamá y Colón. La diferencia es que ahora hay más tránsito y el problema es que en la temporada seca el nivel de sal se introduce y perjudica el agua cruda para la potabilización”, dijo a IPS.
Lento desplazamiento
Desde el Puente de las Américas, que conecta Ciudad de Panamá con el oeste de su área metropolitana, los barcos alineados para entrar en el canal parecen figuras de un juego de mesa que se desplazan con lentitud sobre el tablero azul. El tiempo de espera es variable, en la ruta hacia algún puerto estadounidense, mayoritariamente.
Pero esa ralentización se desprende del elemento crucial de la infraestructura: el agua, cuya escasez provoca que una menor cantidad de buques comerciales transiten de un océano a otro. Los embalses que nutren al canal tienen una capacidad de 1857 hectolitros y cuentan actualmente con solo 900.
Paralelamente, su demanda para diferentes actividades sube, lo que suscita mayor competencia por el consumo y conflictos a intensificar a lo largo de este siglo.
“Lo advertimos en 2006, cuando se discutía la ampliación, al ser esclusas de mayor tamaño eso haría que entrase más agua salada a Gatún. Constituía una demanda que atentaba contra el abastecimiento de agua potable. Tenemos que aceptar que el canal tiene límites físicos y no podemos responder a la dinámica de la economía internacional”, William Hugues.
La Ley 93 de 1999, modificada por la Ley 44 de 2006, establece los límites de la cuenca hidrográfica del canal, de 343.521 hectáreas de extensión y una de las 52 que tiene el país.
La estación lluviosa en este país tropical va de mayo a noviembre, pero el último trimestre del año pasado registró menor nivel de lluvia, y la sequía se agudizará en este primer semestre de 2024.
Como se ha mencionado, del agua del canal también depende la población de las provincias de Panamá y Colón. Pero el problema se agrava por el dispendio, la fuga de al menos 40% del recurso por las tuberías rotas y la falta de una infraestructura eficiente.
Eso sucede pese a que esta nación canalera ocupa el quinto lugar en el mundo en precipitación anual, tiene seis veces el promedio mundial de agua fresca por persona, además de 500 ríos, en una superficie de solo 75.517 kilómetros cuadrados.
Sin embargo, en contrapartida registra el mayor consumo individual en América Latina, con 507 litros por habitante. Panamá posee una disponibilidad de unos 115.000 metros cúbicos por habitante/año, según el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
Víctima natural
Ante la crisis, la ACP ajustó el calado máximo, la capacidad de tránsito diaria y el reúso del líquido en los traslados.
En consecuencia, redujo a 24 las embarcaciones diarias que cruzan los 82 kilómetros del trazado desde un promedio entre 38 y 40, y que podría caer a 18 durante este mes de febrero, cuando se estima que el tráfico caiga un tercio respecto al habitual.
Además, cobra 10 000 dólares por derechos de agua y subasta cupos para el traslado. Cada paso requiere de 250 millones de litros de agua por nave que luego es devuelta al sistema.
El canal ya sufrió una aguda crisis hídrica en 2016, pero se ha potenciado por una ENOS fuerte.
Para William Hugues, miembro del no gubernamental Frente Nacional por la Defensa de los Derechos Sociales y Económicos, esta crisis era previsible y expuso el trasfondo de priorizar el canal sobre el suministro hídrico a la población.
“Lo advertimos en 2006, cuando se discutía la ampliación, al ser esclusas de mayor tamaño eso haría que entrase más agua salada a Gatún. Constituía una demanda que atentaba contra el abastecimiento de agua potable. Tenemos que aceptar que el canal tiene límites físicos y no podemos responder a la dinámica de la economía internacional”, señaló ante IPS este economista, cuyo colectivo aglutina organizaciones sociales, sindicatos y otras agrupaciones.
Hugues, autor de un libro sobre la expansión del cruce, recordó que la fila de entrada siempre se produce en época de sequía y que las medidas aplicadas son las mismas que antes de la ampliación.
Paliativos
Para enfrentar la crisis recurrente, la ACP analiza la construcción de un embalse sobre el río indio, al oeste de Gatún, y el uso de la represa Bayano, que implican costes diferentes.
El dique cuesta 800 millones de dólares y conlleva la inundación y desplazamiento de unas 1900 personas en un área de 400.000 hectáreas, mientras que la utilización de la presa de la hidroeléctrica Ascanio Villalaz, propiedad del Estado panameño y de la compañía privada estadounidense AES Global Power, cuesta el triple.
Pero los efectos de la crisis climática pueden agravarse, como plantean varios análisis recientes.