Cerca de 1982, un importante comentarista de televisión, norteamericano -judío practicante- llamó la atención, adolorido, porque los Diez Mandamientos se habían convertido en “diez sugerencias”: este Código -que se sustenta en la antropología- pauta moral y social para el mundo, desde milenios antes de Jesús, fue descalificado al desconocerse la amalgama: ciencia - verdad. ¿Y nos quejamos del caos moral mundial?
Otro ejemplo de este colapso de los valores morales es que hay quienes están “vendiendo” el aborto -matar a los más indefensos y débiles- para congraciarse con grupos: poderosos y torcidos. Hoy, quienes venden la ideología abortista acuden, sínicamente, a la ciencia siendo que estas predica, a gritos, que desde la fecundación del óvulo tenemos un ser humano: una vida humana digna: esto indica que están jugando con la verdad y la ignorancia de muchos. Por lo que estamos sentados en un barril de pólvora, cargado de sofismas. La verdad es que esta campaña de la muerte, dirigida desde el exterior, es una puñalada por la espalda al futuro de Colombia: un crimen ideológico, tipo Nacional Socialismo de Hitler. Cuando es sabido que no hay peor mentira que una verdad a medias.
Quieran o no, justificar que se asesine niños por nacer -desconociendo el fundamento de nuestra Constitución y la ciencia: que privilegian, siempre, la vida sobe los demás derechos- es un genocidio que clama al cielo. ¿Quién entiende que la Corte Constitucional de Colombia no esté de acuerdo con que ni un solo no-nato sea exterminado? ¿Qué se diga que matar a los más débiles o desechables, es un derecho? Qué se desconozca la verdad científica -que averigua si entre el sujeto que conoce y el objeto conocido existe una cabal conformidad- y la verdad lógica -que es la conformación del entendimiento con el objeto conocido- y se resuelva, olímpicamente, que la vida humana no empieza en el momento de la fecundación del óvulo.
¿Cómo desconocer que el trágico invierno demográfico europeo es triunfo de los exterminadores de los vistos como desechables -negros, indígenas y latinos- cuando estos últimos son considerados como inferiores? ¿No será que estamos en manos de jueces que no creen en la existencia de la Verdad: la adecuación de la inteligencia con lo que es? Vale la pena recordar que el cigoto, el feto, el bebé, el hijo no nato, el óvulo fecundado, son un ser humano, vivo, con un ADN diferente al de la madre y al del padre, con su código genético completo, propio, único, irrepetible, irremplazable.
Hace unos cuarenta años se hablaba de la muerte de jovencitas y niñas que morían por los abortos en clínicas clandestinas, y hoy siguen con el mismo cuento, pero, no nos dicen cuantos miles y miles abortos se hacen diariamente, supuestamente, por violaciones, peligro de la vida de la madre o deformación del feto. Y los Diez Mandamientos siguen siendo arrastrados y vilipendiados con ideologías, atractivas, pero contrarias a verdad y la cultura de los colombianos. Es evidente que estamos, cada vez más cerca de la muerte de nuestra Constitución: la voluntad de pueblo. Colombianos: ¡sálvese quien pueda!