Si algo caracteriza y se reclama de los políticos hoy es su falta de coherencia. Es decir, la correspondencia entre lo que se piensa, lo que se dice y lo que se hace. Es el supuesto mínimo de una ética de lo público erigida sobre el respeto a los derechos humanos, al Estado de derecho y a las instituciones democráticas. Y una de las muchas formas en que se manifiesta este grave problema es la pérdida de confianza de los ciudadanos y el debilitamiento de las mismas instituciones, como lo muestran recientes encuestas en Colombia.
Y es que pese a las estipulaciones de la ley de partidos políticos y a lo consignado en sus propios estatutos, en no pocas ocasiones se manifiestan sensibles contradicciones entre su quehacer y el respeto a los elementos esenciales de la democracia, como el ejercicio efectivo de los derechos políticos de los otros y el pluralismo político, poniendo en tensión la convivencia pacífica y profundizando los factores de conflictividad, odio y discriminación.
Esta situación se agudiza en el contexto de las crisis económicas y políticas. Pues en medio de la incertidumbre y la creciente pérdida de confianza se crean condiciones para que una narrativa del miedo y del ejercicio autoritario del poder se abra camino. Y como sostiene Anne Applebaum a algunas personas “les gustaría que sus líderes pudieran ofrecerles explicaciones sencillas sobre el mundo que los rodea y soluciones sencillas que puedan respaldar con entusiasmo.” Porque no están dispuestas a llegar a acuerdos con otros ni consideran que frente a un problema puede haber distintas respuestas (BBC-2/9/21).
En este sentido, la semana pasada se desató en México una tormenta política a raíz de la firma por quince parlamentarios del partido de derecha PAN de la llamada Carta de Madrid que desde finales de 2020 promueve el partido español de ultraderecha Vox. Esta carta, planteada en el contexto de la crisis por la pandemia y firmada por algunos en varios países, pretende constituirse en un instrumento de unidad de propósito de las derechas en Iberoamérica y en marco de acción en lo que consideran su respuesta a la teoría conspirativa de “iniciativas como el Foro de São Paulo y el Grupo de Puebla, que se infiltran en los centros de poder para imponer su agenda ideológica.”
Así, la “explicación sencilla” en la tormentosa Carta de Madrid se corresponde más con las narrativas del siglo pasado: “el avance del comunismo supone una seria amenaza para la prosperidad y el desarrollo de nuestras naciones.” Y además apoyado por el narcotráfico, sostienen. Por ello no es extraño encontrar este discurso en múltiples voces con sus variaciones y adaptaciones en la campaña de Trump, ni en los recientes procesos electorales en Ecuador, Chile y Perú.
En Colombia seguramente se acentuará, pues la carta -que se sepa- también fue firmada por cuatro senadoras del CD, el presidente de Acore y la directora ejecutiva del ICP. Y de allí, en parte, el querer asimilar comunismo e izquierda como el problema y polarizar más. La ultraderecha de Vox quiere mantenerse en el pasado y teme a una política incluyente y pluralista, poniendo en riesgo la democracia.
@Fer_GuzmanR