Vacunarse, un deber moral | El Nuevo Siglo
Sábado, 9 de Enero de 2021

Como si ya el covid-19 y la creación de una vacuna no fueran problemas enormes, ahora se añade otro: hay quienes no piensan vacunarse y parece que suman millones. Sus razones son tantas como ideas se les ocurren. Pero en realidad, siendo el problema del virus tan grave y mortal, no cabe duda de que recibir la vacuna se convierte en una obligación moral. Porque existen las obligaciones morales.

El Vaticano ha dado varias orientaciones en este sentido y bien vale la pena leerlas porque es muy complejo que cada persona resuelva a su modo si cuida su vida o no y si hace lo mismo con la vida de los demás. En efecto, alguien que decide no vacunarse porque no quiere, se convierte en un riesgo grave para la vida de los demás. Aquí no vale el decir que cada uno hace con su vida lo que le parece pues ese puede ser el camino para acabar con la vida de otro u otros. No es un tema que se deba tomar a la ligera.

La Comisión Vaticana covid-19, en colaboración con la Academia Pontificia para la Vida, propone, entre otras, las siguientes orientaciones. Las personas deben tomar una decisión responsable, pues rechazar la vacuna implica poner en riesgo a otras personas. “… el rechazo de la vacunación podría aumentar seriamente los riesgos de la salud pública”. Al no recibir la vacuna, quienes están en condiciones de hacerlo, exponen también a quienes no la pueden recibir y dependen de la inmunidad del grupo/rebaño. Dejarse infectar por falta de vacunación puede llevar a sobrecargar los sistemas sanitarios, como ya ha sucedido, impidiendo que otros reciban la atención que sí requieren por esta pandemia u otras patologías.

En otras palabras: tener que ser llevado a un centro hospitalario pudiendo haberlo evitado, puede poner en riesgo la vida de otras personas. En fin, la idea central es que la decisión de vacunarse o dejar de hacerlo, no puede ser simplemente un capricho personal, un me gusta o no me gusta, un yo creo o no creo. Es un deber moral para proteger la propia vida y la de los demás. Porque la vida de los demás importa y mucho.

Y cabe extender la obligación moral al Estado y a todos los que tienen en sus manos la posibilidad de hacer llegar las vacunas a la población. Desde la enseñanza del Papa Francisco y sus organismos asesores, se reitera que, si existe la posibilidad de curar una enfermedad con un medicamento, este debe estar al alcance de todos, especialmente de los más vulnerables y necesitados. Siempre deben estar presentes en las decisiones de este tipo de situaciones los principios de justicia, solidaridad e inclusión. En la acción del Estado y de quienes pueden tener la curación en sus manos, nunca deben faltar el igual respeto a las personas, la reducción del sufrimiento, verdad y equidad al no discriminar en la justa distribución de beneficios y responsabilidades.

No nos confundamos: está en juego la vida y la vida de todos y hay que tratar de salvar a todos, aunque a veces esto no se logre. Pero hay que intentarlo y es un deber moral de todos. Cuando hagamos la fila para vacunarnos, si alguien conocido no va, debemos preguntarle seriamente por qué no fue y tratar de convencerlo. También este es un deber moral.