Una delicada situación | El Nuevo Siglo
Sábado, 4 de Febrero de 2017

El proceso de paz no ha sido una empresa fácil. Desde sus inicios ha tenido toda clase de dificultades, muchas de ellas naturales pero no pocas deliberadamente producidas por enemigos y adversarios políticos  del presidente Santos. Comenzó siendo, desde luego, una negociación muy difícil  y en medio de una grande y mutua desconfianza. A eso se sumó la  cerril y sistemática crítica del uribismo, cuyo jefe no ha podido entender, y menos permitir, que alguien distinto a él pueda lograr empeños de esa envergadura. Sin embargo, con persistencia y habilidad, el mandatario durante cinco años extenuantes ha sabido y podido llevar su barco a buen puerto, Lo que no sabemos  es si ese puerto es seguro. 

El presidente Santos que, como ministro de Defensa en la etapa uribista dio contundentes golpes "a la cabeza de la serpiente", pudo vencer la terca y obcecada resistencia y su gran logro ha tenido un amplio reconocimiento internacional, hasta el punto de haber sido galardonado con el Premio Nobel de la Paz, un merecido honor para su gesta y legado como mandatario. 

Sorteada esta crucial etapa, nos encontramos una quizás  más difícil y complicada: la del  posconflicto, en la que se están poniendo en marcha todas las medidas cautelares de implementación. Las llamadas leyes habilitantes han comenzado a ser aprobadas por el Congreso, gracias a la llamada Unidad Nacional, ha sido fundamental la unidad  de los partidos de la coalición oficial.

Pero en un país en donde la intermediación es tan ineficiente y tan corrupta, las cosas parecen estarse complicando. Ha comenzado el peregrinaje guerrillero hacia las llamadas "zonas de concentración" y las quejas y denuncias por improvisación se multiplican. Son ocho mil hombres, todavía fuertemente armados los que están desplazándose a lo largo y ancho del país y es inconcebible lo poco preparado que parecen estar las autoridades para controlar una  situación que parece haberse convertido en sensiblemente delicada. El Gobierno tiene que poner el máximo de atención a las adecuaciones  locativas y logísticas que demandan estas movilizaciones, así como la estricta disciplina de los desmovilizados y  la de sus guardas y garantes. En esto no hay que olvidar que el diablo está en los detalles. 

No deja se der curioso que en  este escenario, en donde el presidente Santos se ha "resteado"  como buen jugador de póker que es, el país no le reconozca  de manera justa sus esfuerzos  y en forma abrumadora y preocupante desapruebe su gestión por  un alarmante setenta y uno por ciento en las encuestas. La opinión se muestra muy pesimista y mucho más por los golpes tributarios y el precario ajuste salarial. Santos, como van las cosas, debe esperar el juicio de la historia.

Adenda

El desgobierno venezolano es inmaduro y descabellado.