Según las cifras más recientes publicadas por Migración Colombia, la agencia estatal encargada del control del ingreso y salida de viajeros de la República de Colombia, en el 2018 ingresaron al país algo más de 3 millones de visitantes extranjeros. La cifra es ilusionante porque es la primera vez que el registro anual entrega semejante guarismo y porque sería la evidencia estadística de que es cierto eso de que el turismo puede ser el nuevo mejor rubro de la economía nacional. No creo que tanto como para ser “el nuevo petróleo” como lo pregonan algunos, pero si como para entregar una nueva y segura fuente de ingresos en divisas para la alicaída actividad económica.
Pero si de verdad Colombia quiere convertirse en un nuevo destino internacional para el competido mercado del turismo global, es necesario que el gobierno nacional (éste y los sucesivos) se tome la tarea en serio y la asuma como una industria. El Estado colombiano no puede abandonar la suerte del turismo simple y llanamente a la generación espontánea de las bellezas naturales o de la supuesta amabilidad y hospitalidad de la gente colombiana. Playas, montañas, desiertos y cultura diversa hay en todos los lugares del planeta. Y gente amable también se encuentra en cualquier lugar del mundo. De hecho nuestros mayores competidores en el continente se precian de eso mismo. Perú, México y el Brasil prebolsonaro.
¿Pero si todos compiten con lo mismo y por lo mismo, dónde se puede hacer diferencia? En la seguridad. Colombia es un país donde en las grandes ciudades no se puede sacar un celular en vía pública y mucho menos una tableta para tomar una fotografía, verificar una ruta o hacer un vídeo, sin poner en grave riesgo la integridad personal. El tema no puede quedarse en recomendarles a los turistas extranjeros la solución del entonces alcalde Petro de no usar el celular en la calle, porque la mayoría viene de países donde hacerlo no es una aventura extrema.
Ofrecer un transporte seguro debe ser tarea inaplazable del Estado. Hay que garantizar que tomar un bus en cualquier pueblo de Colombia no sea un pasaporte a la muerte o a perder las pertenencias a manos de alguna banda de piratas terrestres o en algún accidente ocasionado por el nulo mantenimiento de las vías secundarias del país o la falta de control de los vehículos que prestan el servicio público de transporte.
Y finalmente el Estado tiene que garantizar que el negocio del turismo no sea trabajo de muchos y ganancia de pocos. La actividad turística debe servir para generar equidad. En un universo de demanda de toda clase de turismo, el Estado tiene el deber de apoyar y promover pequeñas empresas operadoras o prestadoras de servicios turísticos, rurales, por ejemplo, que puedan ofrecer servicios de calidad para competir con los grandes pulpos del turismo nacional e internacional no solo con precios, sino sobre todo con servicios de excelencia.
No sé si eso será economía naranja, verde o de qué color. Pero el Estado debería garantizar que tenga color esperanza.
@Quinternatte