Hay imágenes y testimonios que estremecen el alma, que interpelan bien adentro, como símbolos de una tragedia universal que aun no logramos comprender. Imágenes que se graban en la retina del inconsciente para reconfigurar esta nueva etapa del hombre en la tierra y que nos van develando, a ritmo individual, su hondo significado: La reciente incineración masiva de cadáveres en la India, mientras un hombre entre sollozos explica que no hay espacio para incluir los cuerpos inertes de niños de 5 años...Los contenedores para congelar cadáveres en las afueras de las clínicas de Medellín, mientras una joven suplica por oxígeno para su mamá a quien se le va apagando la vida en la larga espera, y en medio de su angustia asegura que quisiera arrancarse un pulmón y dárselo a su progenitora. Las imágenes de cientos de tumbas abiertas, en Brasil, esperando ataúdes amontonados en serie, para retornar a la tierra la fragilidad de nuestra envoltura. Mientras otros buscan, en medio de la desolación, sembrar en nuestra mente imágenes de violencia y destrucción de símbolos institucionales, históricos y humanos. ¿Qué significa, por ejemplo, la destrucción de la estatua de Sebastián de Belalcázar en Cali?
Y mientras el mundo experimenta desolación e impotencia, atrincherado tras los muros de los hogares con la ilusión de sobrevivir y protegerse de un virus invisible, unos miles de hombres y mujeres del personal médico combaten en primera línea contra la muerte, casi sin recursos. Y sólo allí nuestros dirigentes enfocan los reflectores. En las Unidades de Cuidados intensivos se concentra estratégicamente la lucha: en si hay suficientes respiradores, o no....Es decir, en la etapa final del combate.
Somos muchos, en el mundo, los que hemos suplicado por una estrategia educativa que se base en la centralidad del ser humano. En su potencial de autogestión, adaptabilidad, contención y creatividad para buscar una salida colectiva.
¿Qué hay en la mente y el corazón de unos pocos que ven en el dolor de la humanidad un terreno propicio para sembrar el caos y la violencia? ¿Quiénes son esos "líderes" que instrumentalizan el miedo, la ansiedad, el hambre, el desempleo y la impotencia, entre otros, que viven millones de colombianos, para inducirlos al desenfreno, la destrucción de lo que está en pie y el contagio masivo? ¿Qué los hace creer que ellos permanecerán inmunes al virus y al caos incontrolable que propagan?
Inevitablemente también los alcanzará el incendio de la anarquía que han prendido y que puede tornase incontrolable.
¿Que hay en la mente de nuestros dirigentes? Aún están a tiempo de deponer vanidades, odios, intereses partidistas, ideológicos, económicos....Acaso ¿no se dan cuenta de que vamos en la misma barca? Alguien tiene que detener este juego político fratricida. ¿Puede gobernar el Presidente solo? ¿Sin su partido y sin el Congreso? ¿Pueden los partidos políticos chantajear al Presidente buscando sólo cuotas burocráticas y no el bien común? ¿Qué ganan quiénes buscan arrinconar a la alcaldesa y hacerle ingobernable a Bogotá?
¿Qué clase de seres humanos siguen cartillas internacionales dirigidas a dañar al ser humano?
Es un momento desafiante para todos y también una oportunidad individual y colectiva. El poder extraordinario de los medios podría contribuir a inducir una transformación social con altas dosis de educación y fundamentalmente, abriendo los micrófonos a líderes constructivos que aporten salidas. ¡No les hagamos el juego!