Casi que da risa, si la situación no fuera tan dramática, cuando algunos comentaristas dicen que la designación de una asamblea constituyente en Venezuela es un paso más hacia la dictadura del régimen chavista-madurista. Venezuela es ya, desde hace mucho tiempo, una dictadura donde no se permite la expresión libre, que encarcela sin miramientos a sus opositores y solo se hace lo que el ejecutivo ordena. Si por exceso de optimismo (como le sucedió a Santos con el referendo) se les pasó la elección de un órgano legislativo contrario al régimen, rápidamente y con el servil concurso de tribunales y militares, neutralizaron su acción, le hicieron “conejo” a la mayoría.
Los cabecillas del régimen se han enriquecido descomunalmente con el tráfico de drogas (cartel de los soles, entre otros) y del mercado negro de divisas y saben que si el régimen cae irán a prisión o deberán encontrar países simpatizantes que les den asilo, probablemente Cuba, Rusia, China, aunque Bolivia, Nicaragua o Ecuador no les dan suficiente seguridad. Recientemente al vicepresidente Tareck El Aissami le congelaron en los Estados Unidos la friolera de US$ 500 millones. ¿Cómo los obtuvo? Es probable que ningún otro cabecilla chavista tenga ya activos en los Estados Unidos y las penalidades individuales de Washington sean solo simbólicas. Prácticamente el único país que puede imponer sanciones efectivas a Venezuela es los Estados Unidos pero la más drástica, suspensión de compra de petróleo, sería contraproducente. En poco tiempo Venezuela conseguiría otros adquirentes para una materia prima tan necesaria, unos centavos de menor precio y muchos compradores. Pero, además, incrementaría la escasez de divisas de un país que a duras penas y sometiendo a penurias alimenticias y médicas a sus ciudadanos, puede pagar el servicio de su deuda externa y tiene el mercado internacional cerrado. Reducirle aún más el ingreso petrolero podría darle a Maduro excusa para suspender pagos internacionales y atribuir las privaciones del pueblo a un “bloqueo” de Washington, como hizo Cuba durante más de medio siglo, encontrando eco en la extrema izquierda.
Por el momento parecería que la única, aunque poco efectiva sanción, sería la condena de las democracias, como, al fin, han empezado a hacerlo y esperar a que las barbaridades económicas del régimen, con una inflación anual, este año, de más de 720% (!!) conduzcan a la desesperación a una población que necesita 18 salarios mínimos para pagar la canasta familiar y lleven a que el ejército se niegue a masacrar a los hambrientos venezolanos. Todo muy difícil. Seguramente Maduro seguirá el ejemplo cubano de mantener a los ciudadanos en la miseria, dejar salir a los opositores (balseros y marielitos) y llevar al paredón a quienes molesten. Pobres hermanos venezolanos. Preparémonos a ayudarlos.