Por momentos parece que Colombia nunca hubiese sido sacudida por violencia armada y secuestro de decenas de personas, muchas de ellas fallecidas en poder de sus captores, en medio de guerra de más de 50 años.
El análisis se desprende del secuestro de la monja colombiana, misionera franciscana Gloria Cecilia Narváez, en poder de una banda Yihaidista en Malí (África), ocurrido hace poco más de un año. Aquí en el país se ve de reojo, como si no importara este hecho criminal.
Es delito que debería despertar acción ciudadana para rescatarla no solo por sentimiento nacionalista, ni por estrato social, sino por un objetivo más alto: Salvar una humanidad, sin importar dónde y a quién.
El país ha recibido la noticia sin inmutarse, limitándose a mirar de lado la televisión, con imágenes en primer plano de la religiosa, quien trabaja al servicio de infancia desprotegida, en uno de los países más pobres del mundo.
“Clamo por mi liberación, al papa Francisco, a la iglesia católica y al Gobierno de Colombia, llevó más de un año en este secuestro”, afirmó con rostro demacrado, sin hacer detalle de su situación a manos de armados.
Se desconoce, en qué condiciones grabó el mensaje que aumentó tendencia de sensacionalismo en algunos noticieros de tv; y todo queda así, porque la víctima no es cantante, ni actriz, ni reina de belleza, del frágil y ´vitrinero´ costumbrismo colombiano.
Se ratifica que -el país mira solo para arriba lo que brilla, y no para abajo, donde están valores humanos con ideales y espíritu de servicio.- El ministerio de Relaciones Exteriores sostuvo que Colombia hizo contactos para la liberación de la monja.
Y argumenta que hay exigencia de dinero, por parte de los captores; la cancillería no ha divulgado que suma exigen para su entrega.
Vale la pena pensar si con mediación de Naciones Unidas, autoridades colombianas pueden avanzar la estrategia para liberarla; la ONU, tiene experiencia para servir de puente en hechos similares.
Cobra actualidad la colección de crónicas del periodista y escritor argentino Martín Caparrós, quien en recorrido por África, definió a Malí como “territorio, al que en verdad, da miedo entrar, entre pobreza y miseria en manos de gobiernos tiranos, hace años”.
Dice que el ranking económico africano mide cuántos son los ricos y no cuántos los pobres, porque la mayoría lo es, viviendo como sea. En el abandono se cuenta a niños en deplorable cuadro a la luz pública; en las fronteras, la guardia policial pide dinero en cacería a extranjeros.
Como entre ficción y realidad hay medio paso, no es despropósito imaginar si con una porción del dinero decomisado al narcotráfico se lograra cumplir la tarea para rescatar de las garras africanas a la monja Gloria Cecilia.
Se requiere decisión y acción del Gobierno colombiano. Se trata es de salvar un ser humano y punto.