La Palabra de Dios
En la Navidad la Palabra de Dios se hará carne, pero ya en la liturgia del Adviento la Iglesia quiere que meditemos sobre la Palabra y la vayamos interiorizando en nuestra alma. San Lucas nos dice que la Palabra de Dios fue dirigida a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto (Evangelio). El profeta Baruc contempla a los hijos de Jerusalén que vivían en el destierro "convocados desde oriente a occidente por la Palabra del Santo y disfrutando del recuerdo de Dios" (primera lectura). San Pablo muestra su alegría a los filipenses por la colaboración que han prestado al Evangelio, desde el primer día hasta hoy, es decir, a la Palabra de Dios convertida en Buena Nueva para los hombres.
La Palabraque habla del futuro, un futuro transformado por el poder de Dios, para dar ánimo y consolación a los hombres. Es la Palabra, por ejemplo, del profeta Baruc. En lenguaje poético imagina el profeta a Jerusalén vestida como una madre en luto por haber perdido gran parte de sus hijos. Baruc entona un canto a la ciudad de Jerusalén renovada, transformada por la mano poderosa de Dios: "Vístete ya con las galas de la gloria de Dios".
La Palabra que habla al presente en el que el pasado llega a su cumplimiento. En Juan Bautista se cumple el oráculo de Isaías: "Voz del que clama en el desierto: preparad los caminos del Señor, enderezad sus sendas".
La Palabrade Dios es universal en su destino, porque siendo Palabra de salvación va dirigida a todos los hombres de todos los tiempos: a los judíos y paganos de tiempos de Juan el Bautista y de Jesucristo, a los americanos, asiáticos, africanos, europeos y oceánicos de nuestros días (Evangelio).
La Palabrade Dios es como una semilla que va creciendo hasta lograr convertirse en espiga: "Quien inició en vosotros la obra buena, la irá consumando hasta el día de Cristo Jesús".
La carta a los Hebreos nos dice que la Palabra de Dios es viva y eficaz, cortante como espada de doble filo (4,12). El texto sagrado no dice fue o será, sino es. Dios sigue hablando a los hombres en el hoy de la historia. La misma Palabra que habló por medio de los profetas, que resonó en los labios de Juan el Bautista, que se encarnó en Jesucristo, que fue proclamada por los apóstoles.
Dios nos habla por medio de los pastores, de los obispos en sus diócesis, del Papa en toda la Iglesia como pastor universal. Dios nos habla por medio de los profetas, esos hombres de Dios que interpretan los acontecimientos de la vida y de la historia desde Dios y movidos por el mismo Dios. Dios nos habla por medio de los mártires y de los santos, que con su sangre y su vida gritan a la humanidad el misterio insondable de Dios, del tiempo y de la eternidad, del vivir histórico del hombre. Dios habla por medio de la conciencia, para que en fidelidad a ella seamos salvados y colaboremos con Cristo en la obra de la salvación. Dios prosigue hablándonos a los hombres de muchas maneras. ¿Escuchamos su voz? Hagámoslo antes de que sea tarde... Fuente Catholic.net