Nuevo mundo | El Nuevo Siglo
Jueves, 16 de Abril de 2020

Asumiendo que esta pandemia global no detendrá su expansión antes de un año, tiempo estimado para lograr una vacuna, es preciso que gobiernos y empresarios comiencen a reinventar el nuevo mundo.

Un nuevo mundo que implicará una reducción sustancial en gastos del Estado y una imperativa curva de productividad y competitividad del sector privado.

Si la humanidad sale de esta enfermedad necesariamente emergerá un nuevo modelo de economía social solidaria con estados más pequeños y efectivos.

Cuando hayan activado de nuevo los fusibles de la economía habrá algunos bombillos fundidos que será preciso sustituir por tecnologías de punta.

Hay que reinventar la forma de concebir el Estado, el Gobierno y las empresas.

En cuanto volvamos a meterle acelerador al aparato productivo, veremos que muchas piezas del motor estarán descompuestas, pasando aceite.

Será entonces cuando enfocaremos nuestras sinergias en la construcción de un escenario económico donde la riqueza no prime por encima de la inclusión, la equidad, la justicia social y la redistribución.

Es posible que la idea que hoy tenemos de las empresas cambie por completo. Incluso, muchas factorías, negocios, tiendas y comercios o desaparezcan o cambien totalmente de formato. Vender  no será lo más importante. Sostenerse, redistribuir renta, competir y dar empleo, sí.

Es innegable que recursos públicos no van a alcanzar indefinidamente para mantener a flote la economía. Inevitables nuevas reformas tributarias, pero 100% estructurales.

Capacidad de endeudamiento de las compañías no será suficiente para resistir una propagación mortal del virus más allá de 2020.

Imperativo actuar desde ya en lo que será un nuevo comienzo cuando venzamos el virus.

El tamaño del Estado deberá ser repensado con menos burocracia, menor gasto y adelgazando su fábrica de oficinas. Habrá que salir de más de un centenar de organismos costosos e ineficientes para reorientar sus recursos a inversión social, salud y educación.

Las empresas a su vez deberán implantar prácticas de buen gobierno que las haga diversas, innovadoras y transformadoras. Fusionar, absorber, integrar pequeñas compañías en una con músculo financiero capaz de generar nuevos empleos.

Bancos en línea para dinero virtual. Las entidades financieras tendrán que reinventarse en su contacto con el público. Oficinas físicas como las vemos hoy, no van más. La banca electrónica con una red digital de comunicaciones segura, oportuna y abierta a clientes y usuarios, será la tendencia.

El trabajo no será como hoy. Industrias y comercio contratarán por turnos y migrarán al teletrabajo con mejores indicadores de rendimiento y productividad. Ir a la oficina será solo una opción corporativa.

Ganancias de empresas seguirán siendo el quid del asunto para muchos negocios, pero no lo único importante. Democratizar, repartir dividendos, vincular a socios minoritarios y transferir incentivos por productividad y utilidades, harán parte del nuevo mundo económico.

El nuevo mundo derrumbará trámites para constituir empresa, debutar en el sector exportador, contratar crédito o tramitar una compraventa, un crédito o arrendamiento financiero.

Afuera nos aguarda una nueva cotidianidad que va a demandar nuestro ingenio creativo, solidario, compasivo y transformador.