MONSEÑOR LIBARDO RAMÍREZ GÓMEZ* | El Nuevo Siglo
Domingo, 26 de Mayo de 2013

Según el recipiente

 

Pueden  adquirirse los mejores manjares o los más finos perfumes pero su provecho o exitosa utilización depende de donde se los coloque, y de las disposiciones personales de limpieza y de salubridad de sus destinatarios. Bien dijo Jesucristo que por más limpio que esté externamente un vaso, si hay sordidez en su interior todo cuanto se eche en él se impregna de ella. Es apodíctica la sentencia filosófica que “aquello que se recibe se lo recibe según el recipiente”.

Hemos tenido acontecimientos de gran trascendencia, que han llenado de alegría y júbilo a creyentes y hasta no creyentes en Cristo como la edificante renuncia de un hombre tan probo como Benedicto XVI y la providencial elección del Papa Francisco, y, también, la exaltación a los altares de nuestra paisana Laura Montoya. Son momentos en los que mentes y corazones limpios han percibido belleza y bondad indecibles que desde esos hechos se difunden, pero que a personas hundidas en pensamientos y sentimientos del todo adversos a lo religioso nada dicen. Su reacción, en cambio, ha sido explotar en sórdidas bocanadas de burla y de desprecio, fruto de sus recipientes intelectuales contaminados por sus  deletéreas ideas.

En medios de comunicación, como El Espectador, dentro de su “ilímite libertad de expresión”, se ha dado despliegue a escritos de ese estilo con razonable disgusto de las mayorías de creyentes de  nuestra Nación, que los estiman blasfemos, irreverentes e insultantes a una fe que merece respeto. Como fruto de una caldera ebullente de rencor antirreligioso y anticristiano, han aparecido en ese diario columnas como la de Fernando Vallejo (12-05-13) y de Ramiro Bejarano, en las que han vertido la hiel de sus corazones cultivada con fruición en el recipiente de sus mentes engreídas.

Causa enojo, o más bien lástima, encontrar personas hasta con especial cultivo intelectual que en vez de apreciar el inmenso y palpable bien para la humanidad que han traído las realizaciones fruto de los principios religiosos, estén todavía apegados al trasnochado lema marxista de “la religión opio del pueblo”. Fallas y abusos de lo religioso ha habido a lo largo de los siglos, pero, desprevenidamente, y desde mentes sanas, se da un balance infinitamente favorable al aporte de las religiones a la humanidad a lo largo de los siglos.

Con qué olímpica, y hasta torpe actitud, se desprecia el mensaje de Jesús de Nazaret, reconocido de máximo valor, al final de sus días, por un Germán Arciniegas, o como solución de toda anarquía según lo expresó Guillermo Valencia, o como gesto reconocido de la mayor grandeza el doblar las rodillas ante Dios de parte de personas de eminente ciencia. Qué ceguera tan supina no reconocer en lo social, en lo cultural, en lo artístico, y aun en lo científico, lo logrado por personas que se han apoyado en la fe.

Qué pesar que el gran bien para el mundo logrado por su virtud y entrega de una Santa Laura Montoya sea mirado por ciertos escritores con desden, y que la máxima contribución a todo el orbe en Pontificados como el de Juan Pablo II, y el tan promisorio del Papa Francisco, solo merezcan de algunos desconocimiento o prevención. Qué infamia que tan benemérita labor de comunidades como la de los Jesuitas y la de los Franciscanos solo merezcan de aquellos fanáticos calificativos de desprecio por las fallas que se hayan tenido, con desconocimiento injusto de tanto bien que han realizado.

Definitivamente de receptores llenos de  cultivado odio hacia valores religiosos solo se pueden esperar los frutos anotados. Para ellos imploramos perdón y que lleguen a tener la sabiduría del ciego del Evangelio para que le digan a Dios con humildad: “¡Señor haz que yo vea!”. (Marc. 10,51).

monlibardoramirez@hotmail.com

*Presidente del Tribunal Ecco. Nacional