Ante el don sagrado de la vida (II)
Habiéndonos ubicado, en precedente entrega, sobre este tema transcendental acercándonos al texto de la Encíclica Evangelio de la Vida, del eximio Juan Pablo II, iniciamos, ahora, una pormemorizada presentación del ella. Encontraremos, allí, de verdad, sólido pensamiento sobre ese tesoro de la vida, tan poco valorado en esta época de más bien exaltación de antivalores.
Conintroducciónde seis (6) numerales se inicia entusiasta exposición del Pontífice en la que manifiesta gozo de estar pregonando ante el mundo, “con intrépida fidelidad”, la buena noticia del valor de la vida. Es que, como esencia del salvifico mensaje de Jesucristo está esa realidad “vida”, ya que Él, como Hijo de Dios hecho hombre se presenta como “camino, verdad, y vida” (Jn. 14,6). Su propia misión es dar muerte al mal, y dar ingreso a “tener vida, y tenerla en abundancia”. (Jn. 10,10) (n.1).
Resalta, el Papa, quela vida del ser humano en la Tierra no es un realidad última, sino penúltima, pues: “es realidad sagrada que se nos confía para que la custodiemos con sentido de responsabilidad y la llevemos a perfección, con sentido del don de nosotros mismos a Dios y a los hermanos” (n.2). Poseedora de esta verdad, la Iglesia, “con renovado asombro”, siente el deber de pregonarlo como “Evangelio del amor de Dios al hombre”. Ese hombre portador de esa realidad sagrada, la vida, “constituye el camino primero y fundamental de la Iglesia”.
Por lo anterior, repetidas veces advierte, la Iglesia, que “toda amenaza a la dignidad de la vida del hombre repercute en el corazón mismo de ella, afecta el núcleo de su fe en la encarnación redentora de Hijo de Dios”, que dignificó infinitamente la vida humana de la que se hizo participe. Defender la vida, en especial en los más indefensos como los niños por nacer, y de los enfermos y ancianos, lo estima, el Papa, labor primordial en esta épocade tan “impresionante multiplicación y agudización de conculcación de la vida de las personas” (n.3).
Para dar fundamento a su enseñanza, cita, el Papa, lo expresado, con gran énfasis, en la Gaudium et Spes del Vaticano II:“Todo lo que se opone a la vida, como los homicidios de cualquier género, los genocidios, el aborto, la eutanasia, el suicidio voluntario, todo lo que viola la integridad de la persona humana… todas esas cosas, y otras semejantes, son, ciertamente, oprobios que al corromper la civilización humana, deshoran a quienes las practican, y son totalmentecontrarias al honor debido al Creador” (n.3 G.S.27). Lamenta, por ello, el Papa, “el hecho de que las legislaciones de muchos países, alejándose de los mismos principios fundamentales de sus Constituciones hayan consentido no penalizar, o, incluso, reconocer plena legitimidad de estas prácticas contra la vida” (n.4).
Pasa, enseguida, el Papa al Capítulo I,bajo el impactante título “La sangre de tu hermano clama a mi desde el suelo”. Fuerte, pero real, el calificativo de nuevos Caínespara todos los que en una u otra forma, despiadada y criminalmente, asesinan a un ser humano, crimen más grave mientras más débil e indefenso sea éste. En su frase inicial señala aDios como “autor de la vida”, y cita el libro de la Sabiduría cuando enfatiza (1,3): “No fue Dios quien hizo la muerte, ni se recrea en la destrucción de los vivientes” (n.7), Es que: “la muerte entra por el pecado”, y lo más gráfico y tremendo es cuando, como Caín, se mata a otro humano. Es que, ya lo dijo S. Pablo: “La paga del pecado es la muerte, pero, el don de Dios es la vida en Cristo Jesús” (Rom, 6,23). Como consecuencia del pecado, y de su forma más horrenda como es quitar la vida desde los niños por nacer hasta los ancianos, está la conciencia que grita como voz del Dueño de la vida:“la sangre de tu hermano clama a mi desde el suelo” (Gen. 4,10). (Continuará).
*Presidente del Tribunal Ecco. Nacional