MAURICIO BOTERO MONTOYA | El Nuevo Siglo
Lunes, 3 de Marzo de 2014

El agüero: 1914-2014

 

Los años 14 de los últimos siglos coinciden con grandes crisis. 1814, fin del imperio Napoleónico. 1914, I Guerra Mundial. En ese año el Vaticano preveía el conflicto. La insistencia del Kaiser en armarse alegando que quien quiere la paz debe prepararse para la guerra es en efecto un adagio romano afín a su carácter bélico y expansivo. El acrecentamiento de la economía de guerra conlleva a la guerra a pasos contados y sus beneficiarios no tardan en detectar o en inventar al enemigo, antes de que su arsenal se haga obsoleto. Dicen para sí, aprovechemos la ventaja. Y el Kaiser la aprovecho para su ruina. Ayudaría a Lenin a regresar a Rusia. Cuando este vivía en casa de un zapatero en Zurich y se sentía derrotado. El sovietismo le debe mucho a la derecha germana. Pero el zar pariente del Kaiser a quien llamaba “Willie” nunca creyó lo que al Vaticano parecía obvio: que el Kaiser anhelaba un conflicto.

En ese año el entonces Papa Benedicto XV envió a su delegado con una propuesta de paz bastante trabajada, advirtiéndole que mirara muy atentamente la reacción del Kaiser. La reacción de este fue más o menos como un twitter de Uribe. En el telegrama que reportó lo ocurrido al Papa, el delegado decía que el Kaiser parecía “esaltato e non del tutto normale”. Ese delegado sería con los años conocido como Pío XII. La guerra que acabó con el Zar ahora ha sido de nuevo reconstruida.

El premio Pulitzer, Robert Massie, ha publicado la historia de Nicolás y Alejandra, con nuevos datos que complementan la ya clásica de Walsh. Muestra bien el autismo al que lleva la autocracia. Pero es lo suficientemente compleja para no darle una causa única a la revolución rusa, resaltando eso sí la nefanda influencia de Rasputín en tomas de decisión claves. Pero reconociendo los extraños poderes de ese monje excéntrico y peligroso. Los años 14 no tienen buena fama pero la incertibilidad inscrita en el universo ni siquiera respeta los agüeros. En Francia ese temor dio a luz la historia, novelada eso sí, de los Reyes malditos. Maurice Drummond muestra cómo el rey Felipe el bello (para no confundirlo con “el hermoso” padre de Carlos V, mucho después). Ocurrió que el rey francés decidió acusar de herejía a toda la orden de los caballeros templarios. Pudo así torturarlos y expropiar sus bienes. Eran los banqueros de Europa. En fin, los robó. En el año en que fueron ejecutados el Gran Maestro de la orden maldijo a Felipe y a su descendencia.

Drummond muestra cómo esa maldición persigue a ese linaje real hasta culminar en el decapitamiento en la Revolución Francesa (1789). El año en el que se inició la maldición: un fatídico catorce 1314. Y “si alguno dijese ser comento, como me lo contaron se los cuento”.