María Clara Ospina | El Nuevo Siglo
Miércoles, 16 de Marzo de 2016

HILANDO FINO

Nuevo embajador de Farc en Alemania

 

EL saliente Fiscal, Eduardo Montealegre, se va a Alemania como nuevo embajador de las Farc, perdón, no de las Farc sino del gobierno de Juan Manuel Santos.

 

Santos lo premia, con esta deliciosa cucharadita de mermelada alemana, por servicios leales a su persona. ¡No!, no a su persona sino a su gobierno y a las Farc. ¡No! A las Farc no, solo a ese marco jurídico que se negoció en la Habana y que les da tantas gabelas a los narco terroristas, que él, en su infinita sabiduría de máximo ente acusador, defensor de la ley, ayudó a implementar.

 

¡Caramba! No sé por qué hoy estoy confusa. Quizá porque en Colombia todo está tan enredado que es casi imposible no andar confundido y desorientado. Ya no estamos seguros de quién es el bueno y quién es el malo. Quiénes son culpables y quiénes inocentes. Quiénes deben pagar por los crímenes de la guerra que nos asoló por medio siglo y quiénes deben recibir por ellos el Nobel de la Paz.

 

Lo que tengo muy claro es que a fines de este mes se va uno de los peores fiscales que ha tenido la Nación. Un ególatra, enamorado de su persona, su voz, sus actuaciones y su mezquindad. Un fiscal que olvidó la imparcialidad y seleccionó los casos de los que la Fiscalía debía ocuparse, más por política que por la urgencia que estos representaban. Un fiscal que persiguió y atemorizó a los enemigos de sus amigos, pero que le abrió la puerta del perdón y el olvido a los criminales de las Farc, a quienes no oculta admirar, proteger y quizá obedecer.

Montealegre comenzó su periodo como Fiscal acabando de terminar su millonario contrato de asesoramiento a la muy investigada Saludcoop, (o por lo menos así lo afirma él). Desde un comienzo su locuacidad, su desmesurado deseo de aparecer en pantalla, de ser noticia, desdibujó una de las características primordiales del supremo ente acusador de una Nación, la prudencia. Ese hermetismo que debe existir sobre sus investigaciones, sobre sus acciones. Ese respeto por el hecho mismo de cada investigación.

 

Fue tanto su delirio por figurar que no pocas veces puso en problemas al Presidente Santos y a los negociadores de La Habana, por adelantarse a dar noticias sobre lo que allí ocurría y arremeter con sus propias conjeturas.  Por momentos el país pensó que era él, y no el Presidente, el corazón de las negociaciones.

El poder, la persecución y la intimidación que llegó a ejercer contra los que no compartían a sus ideas políticas, lo incomodaban o contradecían sus posiciones, no se había visto en Colombia. Tampoco se había visto la desconfianza que sembró entre los colombianos sobre lo que ocurre en la Fiscalía.

 

Hoy todos nos preguntamos, ¿quién rondó al Fiscal, quién vigiló la inmensa nómina que controló y manipuló y los contratos millonarios que firmó?, (como el famoso con Natalia Springer).

 

El Fiscal General ejerce un inmenso poder. Es por eso que el próximo debe ser un personaje probo, sabio, honesto, sin delirios de grandeza o ambiciones políticas y gran experiencia. Totalmente diferente a Montealegre.

 

Adiós al nuevo embajador, que disfrute su mermelada bien merecida. Santos le tiene que estar muy agradecido. De despedida le dio la salida perfecta al enredo del Plebiscito.