CONCLUYE primer bimestre y el país no es peor, tampoco mejor, que cuando entregó su mandado el expresidente Santos.
Las causas que generan desconfianza e incertidumbre, siguen ahí.
No mejora credibilidad en mayoría de instituciones públicas.
Imagen del sector privado no es buena. Sobornos, coimas y atajos ventajosos a la vera del camino.
En referencia a la sentida ayuda humanitaria con Venezuela, las gentes del Chocó, Tumaco, Guajira y Putumayo, entre otros, claman al Ejecutivo y a empresarios, una mirada.
Cientos de miles de pobres en esas regiones también justifican una movilización nacional.
Asistencia humanitaria a poblaciones olvidadas del Estado.
Al tiempo que tendemos manos al vecino, no ignoremos lo que pasa en casa.
Pobres sin conciertos. Solidaridad no los cobija. Reacción de estamentos públicos y privados se activa cuando ´rio se sale de cause’.
Infantes muriendo por desnutrición, escasez de centros de salud, de médicos y enfermeras, faltan escuelas y maestros, precarias vías terciarias y carreteras, déficit de vivienda digna, empleo, apoyo al emprendedor y, muy poca presencia de entidades que ayuden al tejido social, la cara diaria de muchas regiones.
En Tumaco, campesinos forzados por narcos a sembrar coca, mineros explotados y maltratados por empresas ilegales. Bandas armadas acosando y metiendo miedo.
En Chocó, focos de corrupción, gobernadores adueñándose de recursos públicos y negociando con malhechores, cinturones de miseria, hambre, sed, desnutrición, desempleo, analfabetismo e inseguridad.
En la Guajira, similar el drama. Jóvenes a merced del ocio por falta de oportunidades. Precaria inversión, competitividad, innovación, infraestructura muy pobres. Falta apoyo a etnias y raíces culturales, a sus artesanos y emprendedores perdidos en el olvido.
Putumayo y su recordada Maicao: urgente la recuperación de su entorno social y económico después del desastre natural entre 31 de marzo y amanecer del 1 de abril de 2017, cuando se desbordaron ríos Mocoa, Mulato y Sancoyaco, con más de 320 muertos, 400 heridos, y muchos damnificados. Sus gentes hoy necesitan mucho más.
Y en esas cuatro zonas críticas, el inevitable clima, el crudo invierno que cada año, como ahora, las pone contra los palos.
No es actuar solo cuando lluvias parecen tragarse la tierra, desbordar ríos, llevarse cultivos, sepultar caseríos, animales y personas. Es necesario un plan real y efectivo de contingencia frente a avatares de la naturaleza.
Sale el sol y olvidamos el invierno. Llegan lluvias y nos alejamos de las sequías. Eso es improvisar, eso es subdesarrollo.
La consecuencia: éxodo de campesinos, comunidades indígenas, mineros y desempleados a otras zonas como Antioquia, Eje Cafetero y Valle del Cauca.
Es preciso entonces que el Ejecutivo también convoque las fuerzas vivas por supervivencia de esas regiones y el respeto a sus habitantes.
Un corredor humanitario por los nuestros.
No será menester llevar toneladas de alimentos, si hay política de Estado que rescate a estas poblaciones de la mano criminal de la corrupción.
No sonarán cantos en concierto para mitigar otra tragedia, si a cambio, el Estado hace presencia en territorios del olvido.