El minifundio cafetero
“Nuestros impuestos no dan para más subsidios”
Las manifestaciones de los caficultores, con bloqueo de las carreteras, que comenzaron el lunes pasado podrían tomar más fuerza con el anuncio de que otros cultivadores, como los cacaoteros y también los camioneros amenazan con unirse a ellas. En otras palabras, parecería que todos los que están golpeados por la situación económica quieren, por las vías de hecho, lograr, con subsidios, mayores ingresos. Tal vez perciben debilidad de parte del gobierno. No sólo los afectados, sino también los oportunistas, como las Farc, quieren aprovechar para poner al Ejecutivo en dificultades.
La reducción del ingreso de los cultivadores cafeteros tiene varias causas, entre ellas la revaluación del peso, tema al que nuestras autoridades monetarias no le han dado la importancia del caso, obnubiladas por el afán de controlar la inflación.
También está el incremento de la producción de otros países centroamericanos y asiáticos que empuja los precios hacia abajo. Pero el factor más importante es estructural, a nuestro parecer, el minifundismo del sector que impide al pequeño cultivador adoptar técnicas avanzadas de cultivos y ni qué hablar de administración. El cultivo del café tiene que tecnificarse para que se aumente la productividad, pero un campesino con dos hectáreas no tiene prácticamente con que pagar los insumos necesarios (abonos, insecticidas) y no puede darse el lujo de replantar porque deja de percibir. Nadie critica hoy a este minifundismo, pues sería alienarse los votos de las regiones cafeteras. Es un tema cargado políticamente, más ahora con las negociaciones con las Farc que se han constituido en abanderadas del pequeño campesino, es decir, del minifundismo. No nos engañemos, sin fincas más grandes y sin un incremento significativo de la productividad que permitiría diluir los costos, las perspectivas del sector son, por lo menos, grises y no podríamos competir con productores como Vietnam (hoy el mayor productor mundial) o Brasil (3.125 kgs./hec. y Colombia 1.250 kgs.), con cultivos mucho más grandes y tecnificados. Indudablemente esto presenta problemas sociales graves ya que el número de personas que dependen de este cultivo es grande y, además, de difícil adaptación a cambios a otras formas de propiedad o a otros cultivos. La concesión de mayores subsidios es paño de agua tibia. Prohibir o encarecer la importación de café más barato, otra petición del gremio, es medida proteccionista que encarece el producto a los consumidores (pero si a los textileros les hicieron esta concesión, ¿por qué no a ellos?).
A enero de este año el gobierno había destinado la friolera de $85.800 millones para subsidiar el precio de la carga de café y a principios de febrero destinó $150.000 millones adicionales hasta finalizar el primer semestre del año. El erario, nuestros impuestos, no dan para subsidios adicionales. ¿Por qué el gobierno y la Federación Nacional de Cafeteros dejaron que la situación se deteriorara a este punto?