La reactivación del ruido | El Nuevo Siglo
Martes, 20 de Octubre de 2020

En la reactivación subyace la idea de volver a la normalidad, es decir a un estado de cosas en donde la economía y otros sectores retoman su rumbo interrumpido por las medidas adoptadas para hacer frente a la pandemia del Covid-19.

La reactivación impulsada es la económica, pues es motor del desarrollo en economías capitalistas. Y aparentemente tiene tanto peso que pospone la de otros sectores como el educativo, el cultural, y hasta el político -incluido el Congreso-. En este último aspecto se llegó a decir, por altos funcionario del gobierno Nacional, que reunirse con ciudadanos que tienen demandas y propuestas -La Minga- no es prioritario porque es político. Es decir, que asumir el diálogo social y la construcción colectiva del destino común en medio de la crisis atenta contra la reactivación. Sorprendente, por decir lo menos.

De otro lado, como legado de la era industrial, desde finales del siglo XIX, el humo y el ruido crecientes, sobre todo en ciudades, fue signo del progreso. Y muy temprano también advirtió sobre sus implicaciones el científico alemán Robert Koch (1905): “Algún día el hombre tendrá que combatir el ruido de forma implacable como ha combatido el cólera o la peste.” La cuarentena propició la reducción sustancial de la polución y el ruido, y ahora con la reactivación económica, como signo de que algo está volviendo a la normalidad, ambas están de vuelta.  

El ruido afecta la salud, la convivencia y la productividad: la OMS (2019)  estima que “1100 millones de jóvenes (entre 12 y 35 años de edad) están en riesgo de padecer pérdida de audición por su exposición al ruido en contextos recreativos.” y “en 2050, más de 900 millones de personas -es decir, una de cada 10- sufrirá una pérdida de audición discapacitante.” Además, según estudios, el ruido afecta la salud física y mental, y la exposición prolongada por encima de los niveles tolerables causa estrés, hipertensión y afecciones cardiacas. 

En Colombia el nivel máximo permitido de ruido, clasificación en cuatro sectores, oscila entre 55-80 día y 45-70 noche, decibeles (Res. 627/2006 MinAmbiente). Sin embargo, es evidente que el cumplimiento y control de estos estándares es precario por parte de ciudadanos y empresas; autoridades ambientales, municipales y de policía. En promedio el ruido en sitios y zonas de entretenimiento y diversión sobrepasa los 100 decibeles, y en algunas industrias es mayor.

En las ciudades más de la mitad de los conflictos de convivencia están relacionadas con el ruido. El código de seguridad y convivencia -Ley 1801/16- incluyó mecanismos y sanciones, pero ha sido poco efectivo, básicamente por falta de adecuada implementación y compromiso. 

La construcción, la industria, el comercio, el entretenimiento, el tráfico aéreo y automotor, así como algunas actividades asociadas a la vivienda son generadoras de ruido. Es decir, la generación de ruido es directamente proporcional al crecimiento urbano y es factor de conflictividad social. En este sentido, se podría decir que gobernar la ciudad es gobernar el ruido. Una nueva normalidad debería reflejarse en reducir el ruido. Pero, considerando el lento ritmo que lleva la reactivación económica podemos decir que por ahora somos más ruidosos que productivos.

@Fer_GuzmanR