Hay inquietud en algunos analistas y sectores de opinión por la manera como el presidente Duque ha asumido su compromiso frente a la crisis de Venezuela que, para algunos, nos puede exponer a riesgos de inseguridad innecesaria en una frontera que supera los 2.000 kilómetros cuadrados. Tales sectores creen que el presidente Duque no debió asistir al concierto que se ofreció junto a los puentes internacionales y tampoco hacer presencia al día siguiente en el operativo para el ingreso de la ayuda humanitaria. El acompañamiento al grupo de artistas que ofreció el concierto, solo tenía el propósito de expresar solidaridad a través de la música con el pueblo venezolano que sufre, recoger fondos y llamar la atención de la comunidad internacional. Y para que a organismos humanitarios, como la Cruz Roja, se les hubiera podido confiar esa responsabilidad, tenía que mediar acuerdo entre las partes, lo cual era imposible de conseguir.
En el análisis de la posición del gobierno se debe tener en cuenta que el país que más ha padecido las consecuencias del proceso de la desestabilización de Venezuela, ha sido Colombia. De ello dan prueba los cierres permanentes de la frontera, la expulsión sistemática de ciudadanos colombianos, el refugio a grupos armados ilegales y los más del millón de venezolanos que han llegado a territorio colombiano huyéndole al hambre y la persecución. Unido a ello, Colombia ya no tenía relaciones diplomáticas con el gobierno de Nicolás Maduro. Entonces, se plantea que puede haber acciones de retaliación del gobierno de Venezuela en las que Colombia estaría en una posición vulnerable.
La verdad es que no creemos que se vaya a intentar una acción militar contra nuestro país por que ello habilitaría una reacción inmediata de la comunidad internacional, comenzando por el gobierno de los Estados Unidos, como lo anunció el vicepresidente Mike Pence en su visita a Bogotá.
Otro de los argumentos que se invoca es que el gobierno de Colombia no ha sido contundente en el rechazo a una probable operación militar. Creemos que ello quedó muy claramente recogido en la declaración del Grupo de Lima reunido recientemente. Y, por otra parte, en el evento de que los Estados Unidos decidan adelantar una operación militar -con la que casi nadie esta de acuerdo, incluida la comunidad internacional- no necesita para tales fines del apoyo de Colombia. Todos sabemos que ese tipo de acciones hoy día son más de tipo tecnológico. Esperamos que ello no ocurra.
Por tanto, el Gobierno no puede quedarse esperando a que la crisis de Venezuela se resuelva sola. Tenemos que admitir que si el presidente Duque no asume el liderazgo del Grupo de Lima, la estrategia del cerco diplomático y el reconocimiento a la legitimidad de Guaidó, la situación no hubiera evolucionado al punto en que hoy se encuentra.
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El mecanismo de la JEP ha enfrentado muchas vicisitudes desde su puesta en funcionamiento que han afectado su legitimidad. El último de los escándalos es desdoroso ¿No será hora de ponerse realmente de acuerdo para llenar los vacíos que acusa en materia de competencias y de ajustar su reglamentación?