100 años del Gimnasio Moderno
La fundación del Gimnasio Moderno hace 100 años por un grupo de colombianos soñadores encabezados por Agustín Nieto Caballero, Daniel Samper Ortega y Tomás Rueda Vargas marcó el nacimiento de una alternativa a la enseñanza basada en el memorismo y la punición. Para entender lo que significó este experimento es preciso trasladarnos a una Colombia plagada de heridas abiertas sólo 10 años después de la finalización de la Guerra de los Mil Días y la pérdida de Panamá.
Es cierto: el Gimnasio fue expresión de un incipiente espíritu republicano que encabezó el presidente conservador Carlos E. Restrepo, cuyo mandato terminaba al nacer el colegio. Pero fue más, mucho más que eso. Encarnó el espíritu de alternatividad y opción sin constreñimiento que implicaba mirar el mundo a través del prisma permanente de la libertad.
Don Agustín, el gran don Agustín, cuyos años de rectoría alcancé a conocer, empezó a representar muy pronto en Colombia el liberalismo filosófico que sirve de sombrilla a ideas de derecha, centro e izquierda. De un acuerdo sobre lo fundamental basado en la libertad, que parece no llegarnos plenamente 100 años después.
El Gimnasio se constituyó en epicentro del entendimiento razonado y referente del diálogo civilizado. En medio de la Bogotá diezmada del 9 de abril de 1948, el lugar donde funcionó varios años la biblioteca principal y el salón de música en el edificio de secundaria sirvió de escenario para la firma del Pacto de Bogotá. En lo que fue el bello edificio de los quintos, como lo llamábamos entonces, despegó la escuela de economía, semilla de la Universidad de Los Andes, orientada por don Agustín y el entonces exministro de Hacienda Carlos Lleras Restrepo.
Me dijo alguna vez el colombianista norteamericano Jonathan Hartlyn no entender la unión entre monseñor Emilio de Brigard Ortiz, presidente de nuestro consejo académico, y don Agustín. Comprenderla da la clave última, complejamente delicada, de esa alquimia conceptual que se hizo: educación libre asentada sobre valores inmutables del espíritu. Que dentro de un cuerpo de formación laico se insufle la creencia en estos valores manteniendo el equilibrio demanda la más alta expresión de arte educativo.
Por esta razón don Agustín Nieto es uno de los grandes de Colombia pues la fundación del Gimnasio abrió esa vía alternativa que ha hecho de nuestro país una nación más libre y racional. Durante el siglo antepasado la educación media reposaba sobre una estructura tiránica que impedía el libre examen y fomentaba el odio por razones políticas y religiosas.
Cuando miro en perspectiva mis años gimnasianos y repaso la última fotografía de mi promoción veo al Prof Bein, sucesor de don Agustín. Voy uno a uno y encuentro a uno de mis mejores condiscípulos, Juan Pablo Medrano, cuyo abuelo, senador conservador, fue asesinado en los años 30 sentado muy cerca de Sergio Espinosa, hijo del entonces ministro de Hacienda, Abdón Espinosa, liberal rancio, y de Roberto Prieto, actual gerente de la campaña del presidente Santos, hijo del alcalde de Bogotá Luis Prieto Ocampo, liberal también, y de Alfonso Cano, bisnieto de don Fidel Cano, culmen del liberalismo colombiano. Yo, no distante, tataranieto de general conservador caído al finalizar la Guerra de los Mil Días, tengo a mi derecha e izquierda a hijos de importantes familias liberales.
En el Gimnasio entendimos que la historia de Colombia es una, con logros, culpas y responsabilidades compartidas. Donde no caben ni sirven dedos acusadores ni herejes designados. Mucho de este espíritu gimnasiano es el que se debe proyectar sobre una Colombia ansiosa de paz.