¿Romper la disciplina fiscal?
Uno de los avances legislativos más importantes del gobierno Santos ha consistido en haber introducido, primero en nivel constitucional, y luego bajo la forma de ley, los principios de la llamada "regla fiscal". ¿En qué consisten estos principios? En que el endeudamiento del país no se puede manejar con desmesura, y que por lo tanto el nivel del déficit público hay que mantenerlo a raya so pena de infringir la ley. De esta manera la magnitud del déficit (que es la variable que mide la magnitud del endeudamiento) no queda librada al capricho de los administradores públicos sino a perentorios mandatos objetivos de ley.
En efecto, a partir de 2014 el déficit estructural de las cuentas fiscales del país no podrá exceder del 2,3% del PIB; a partir del 2018 no excederá del 1,9%; y a partir del 2022 del 1,0%.
Ahora, ante la caída del precio del petróleo no ha faltado quien diga que debemos abandonar la regla fiscal, o en todo caso relajarla, para que no se constituya en una camisa de fuerza en el manejo de las variables fiscales del país. O dicho en buen romance: para que nos podamos endeudar sin límite a fin de llenar todo faltante que resulte en las proyecciones presupuestales del país. Esto sería gravísimo y quebrantaría la ley vigente.
Sería gravísimo pues la comunidad internacional una de las cosas que más aprecia es precisamente la que se refiere a la responsabilidad que imponen las normas de la regla fiscal. Abandonarla o relajarla en estos momentos seria lanzar un pésimo mensaje a los mercados. Que hablaría muy mal de la decisión del país de mantener una política fiscal ordenada y rigurosa. Pero, además, las normas actuales no permiten hacerlo. En efecto, el artículo 11 de la Ley 1473 del 2011 es muy claro al afirmar que la única circunstancia bajo la cual se puede abandonar la regla fiscal es cuando existan eventos extraordinarios "que comprometan la estabilidad macroeconómica del país".
¿Y quién, con buenas razones, podría argumentar que el hecho de que el precio del petróleo haya caído fuertemente en los mercados internacionales, como efectivamente ha caído, constituye un hecho que "compromete la estabilidad macroeconómica del país?”.
Todo lo contrario: la macroeconomía del país sigue siendo sana a pesar de la descolgada de los precios del crudo. Las proyecciones de crecimiento para el 2015 se ubican alrededor del 4,5%, lo que es bastante bueno si se tiene en cuenta el difícil entorno internacional que se observa. La inflación está más que controlada. El Banco de la República la ubica en la franja del 3-3,5%. El desempleo está bajo. La tasa de cambio se ha recuperado en los últimos días. Y las cuentas externas del país que arrojan un déficit comercial se pueden financiar sin ninguna dificultad. La economía del país, en síntesis, goza de buena salud aun con caída del precio del petróleo a bordo.
Lo que se impone entonces ante la caída de los precios del crudo es mantener una política fiscal austera; mejorar el recaudo de los impuestos; y modernizar la tributación que se ha vuelto una colcha de retazos, sobre todo con las dos últimas reformas tributarias. Preparadas y tramitadas con gran improvisación.
En ningún caso ir a echar por la vía de la facilidad que consistiría en decretar la moratoria de la regla fiscal: el costo de hacerlo sería inmenso.