JUAN CAMILO RESTREPO | El Nuevo Siglo
Domingo, 27 de Julio de 2014

Brics y el problema judeo-palestino

 

La  reciente embestida judía sobre la banda de Gaza no tiene precedentes. No sin razón el malestar que está despertando en todo el mundo.
Inclusive durante la ceremonia de inauguración de la legislatura en Colombia, el pasado 20 de julio, los parlamentarios de la izquierda exhibieron pancartas protestando contra las masacres de civiles en Gaza por parte de las fuerzas israelíes. También comienzan a aparecer  inquietantes grafitis en las calles de Bogotá en el mismo sentido.
Esto que está sucediendo, además de la obstinada actitud del gobierno de Jerusalén que no ha tenido escrúpulos alegando medidas de seguridad internas en matar cerca de 600 palestinos durante las últimas semanas, incluidos cerca de cien niños, está poniendo patéticamente de presente la incapacidad de la diplomacia norteamericana, y desde luego, la de las Naciones Unidas y de la Unión Europea, para influir en pro de un acuerdo de paz o al menos de una tregua que ponga término a esta carnicería contra los palestinos, rechazada hoy día por todo el mundo.

Es la misma incapacidad de la que ha hecho gala el gobierno del presidente Obama para apaciguar la guerra civil siria donde ya los muertos no se cuentan en centenas sino en centenas de miles;  que lleva más de un año; y de donde arranca la sorprendente avanzada sunita, que ya cubre una buena parte del territorio sirio y del de Iraq, proponiendo sorprendentemente el restablecimiento del califato con sede en Bagdad, desaparecido desde el siglo VII.
Las grandes potencias se están viendo, pues, impotentes para apaciguar los ánimos que está sacando a flote esta nueva oleada de primaveras árabes de consecuencias impredecibles.
En Francia, por ejemplo, esta semana que termina, se han presentado brotes antisemitas (atizados por las matanzas de Gaza) como no se veían desde las vísperas de la segunda Guerra Mundial en tiempos del nazismo. Varias sinagogas de París han sido atacadas por comunidades de origen árabe; y el orden público del país galo está seriamente comprometido. La preocupación del gobierno francés es inmensa.
Esta incapacidad de las grandes potencias para terciar en los conflictos locales no deja de plantear una reflexión para el caso colombiano. El presidente Santos aprovechó la invitación que se le hizo a  participar en la reunión en Brasil por los países bric (China, India, Brasil y Rusia), para presentar en sociedad el proceso de paz de Colombia y solicitar la solidaridad respectiva. Lo cual está muy bien. Hasta ahí.
Pero trascendió también que durante esa reunión solicitamos el acompañamiento especial del presidente de Rusia, Putin, en el proceso de paz con las Farc. Suena bastante ilusoria esta solicitud, o, al menos, las consecuencias prácticas que pueda tener.
Putin está tremendamente cuestionado en estos momentos por la comunidad internacional. Su renuencia a colaborar más clara y contundentemente en el conflicto ucraniano lo ha llevado a ser excluido recientemente de importantes cumbres internacionales. Se están tomando medidas económicas retaliatorias contra Rusia y sus empresas por parte de la comunidad internacional. Y la eventual colaboración rusa con los rebeldes  ucranianos secesionistas en el derribamiento del avión de Malaysia Airlines sobre territorio ucraniano, aún no clarificada, no ha hecho más que enturbiar las cosas.
No es, ciertamente, el mejor momento para recurrir a Putin como facilitador en el proceso de paz con las Farc.