Tal vez el sentimiento que produce la impotencia de no lograr cambios en la forma como se gobierna el país es el de la frustración que desemboca en la rabia y en el resentimiento.
Al año se pierde por culpa de la corrupción, 50 billones de pesos; es decir, el equivalente al 20% del presupuesto público. Cifra que conlleva a la siguiente pregunta, ¿Cuántas personas son responsables al año del detrimento de los recursos de la nación? ¿Cuántas de ellas van a la cárcel?
Las noticias sobre los presuntos robos son el pan de todos los días: que pilas se roban eso por allá, que ojo que el acueducto no dio agua, que las casas salieron rotas, que a los niños no les llega la comida, que los enfermos se mueren haciendo fila en las clínicas.
Los que roban saben que las posibilidades de ser investigados son escasas y que si los llegan a investigar y a juzgar, los castigos son bajiticos. Para la prueba el caso de Alejandro Lyons, el ex gobernador del Departamento de Córdoba. Confesó haberse embolsillado $8.900 millones de pesos de las regalías del departamento que administraba. Eso le costó a la nación la pérdida de $89.000 millones de pesos. ¿Será que solo se robó solo el 10%?
La pena fue sólo 5 años en presión y pagar una cifra cercana a los cuatro mil millones de pesos.
Así las cuentas no le cuadran a la ciudadanía que con impotencia observa cómo saquean las entidades del Estado y al ladrón no le pasa nada. La justicia le medio muestra los dientes a los corruptos, pero al final, la premisa de ser “pícaro paga” no ha podido desvirtuarse en un país que necesita meter a los corruptos a la cárcel, sin contemplaciones ni beneficios.
Yo me pregunto una y otra vez: ¿Qué pasa cuando la Procuraduría, la Fiscalía y la Contraloría han sido avisadas con tiempo de posibles casos de corrupción y no actúan de inmediato. ¿Quién responde? ¿Hay acaso una instancia superior que les diga a esos administradores de justicia, que no hicieron la tarea?
Al fiscal anticorrupción que agarraron corrompiendo a la Fiscalía sólo le metieron 3 años de prisión.
Así los corruptos se ríen y delinquen porque resulta un buen negocio.
Por eso cuando se le toma el pulso al país la gente manifiesta, con razón, rabia, indignación y frustración. Pero luego de manera cínica y soberbia los mismos ladrones tildan de desagradecidos a los colombianos porque no aplaudieron las obras que se hicieron con lo que no se robaron. Cuando haya un gobierno que respete la sacralidad del dinero público y no se lo robe, con seguridad será aplaudido.
Entretanto los ladrones se tendrán que aguantar los chiflidos y un gran repudio y rechazo social. De eso no se salvan.