ARRECIFES
El Odio
LA masacre de medio centenar de personas en un bar de Orlando (Florida-EE.UU.A), en el que la clientela predominante eran varones homosexuales, es un claro crimen de odio.
La matazón, perpetrada presuntamente por un varón que llevaba una vida pública aparentemente heterosexual, tiene otro componente que se suma al odio, o mejor, que explica el odio: el fanatismo religioso.
La crueldad que se deduce de la forma indiscriminada del ataque, de su alevosía y cobardía, así como de la potencialidad de daño de las armas utilizadas, no se explica en otra cosa que en el odio que inculcan en ciertas sectas, religiosas o políticas, contra preferencias sexuales que estiman contrarias a las lecturas sesgadas de libros que valoran como sagrados.
Los pastores, sacerdotes, ministros, mullahs y predicadores que se suben a un púlpito a perorar contra los derechos de las parejas del mismo sexo, a anatematizar al prójimo por su preferencia sexual o francamente a celebrar su exterminación como hicieron recientemente en EE.UU.A un Gobernador y un pastor, deberían ser procesados como instigadores de esos crímenes o siquiera invalidados moralmente por violación de las más elementales reglas de la decencia.
En Colombia el odio contra las parejas del mismo sexo se ha vuelto política oficial desde una de las entidades que, paradójicamente, tiene el deber constitucional de protegerlos en su dignidad en tanto la tienen por el solo hecho de ser humanos. El Procurador General que valida la Constitución a través del tamiz de las doctrinas lefebvristas que pregona, ha ejercido de manera inmoral su poder oficial para atravesarse a todas las decisiones que la Corte Constitucional ha adoptado en protección de esa comunidad.
Y no está solo. En esa cruzada lo acompaña un concejal que se presenta como de la familia. Lo que no aclara es de qué familia, pero supone uno que es de la tradicional. Papá autoritario, mamá sumisa e hijos, todos los que mande Dios, porque los fanáticos no le permiten a su prójimo decidir el número de hijos que quieren tener.
Tienen sus propios alfiles políticos. Viviane Morales, por ejemplo, que para vergüenza del liberalismo, desde sus filas se opone a la igualdad de derechos que reclaman las parejas del mismo sexo. !Qué tal la liberal! O El Centro Democrático que no oculta su aversión no sólo a la paz, sino a cualquier reconocimiento a la comunidad LGTBI.
Tanto fanático pregonando desde sus privilegios públicos la ausencia de derechos de quienes simplemente tienen una tendencia sexual distinta de la mayoría, en el fondo lo que están es legitimando y promoviendo el odio contra esa comunidad. Justificar que no tienen los mismos derechos es simple y llanamente deshumanizarlos. Exactamente lo que históricamente se ha hecho para exterminar un grupo poblacional. A los esclavos y a los indígenas se les negó el alma para poder explotarlos hasta el exterminio.
Y las mujeres, ya lo decía Valencia, el poeta, no Paloma, siempre le han inspirado a las iglesias el horror de que endiosaran a cualquiera que fuera "una hermosa de la vida borrascosa (...)".
@Quinternatte