¿Año Nuevo?
El 2014 que ya está aquí será un año básicamente futbolístico y político. Como corresponde a la nuestra, que es una democracia tan pobre que lo único que tiene son muchas elecciones, en este 2014 va a haber de todas y para todos los gustos, sobre todo en Bogotá.
Congreso de la República, atípicas para Alcaldía Mayor y las dos vueltas que se vaticinan de las presidenciales son los procesos electorales a los que habrá de enfrentarse la ciudad. Y eventualmente, si el Procurador revoca la sanción al alcalde Petro, habrá elecciones para revocatoria y si el proceso de paz, que se discute en La Habana culmina exitosamente, tendremos referendo.
Lo malo no es que haya tantas elecciones, sino que siempre se elige a los mismos, aunque a veces en cuerpo ajeno. O no tan ajeno, porque las curules senatoriales, de la Cámara o de los concejos municipales pasan normalmente de esposos a esposas; de hijos a padres; de hermanos a primos, a tíos a sobrinos, a cualquiera que sea de la parentela y asegure la explotación y extensión adecuada de esas pequeñas empresas familiares. Y así se moldea otra de las características más acusadas de nuestra democracia: la de ser hereditaria.
El fenómeno atraviesa todas las ideologías, partidos y movimientos. Da igual si el candidato se autodefine de centro o de izquierda (nunca nadie reconoce ser de derecha). En las mismas elecciones van a encontrarse el hermano de J.F. Cristo, el hijo de Piedad Córdoba, la de Angelino Garzón, todos los de Luis Carlos Galán, el de Lara Bonilla y el de Gaviria, que ya oficia de Jefe único del otrora Gran Partido, sin que por el camino se haya interesado por leer otra cosa que no sean cifras electorales.
Cuando no hay hijos naturales, todos se declaran herederos de algún caudillo. Así está armada la lista de las AUCD, que como se sabe ni son de centro ni democráticas. A puro dedo, como en las mejores épocas del PRI mexicano, se definió por el padre putativo de todos ellos qué puesto ocuparía la nieta de Guillermo León, el hijo de Iván Roberto, o el de aquél senador antioqueño preso o el sobrino de aquél otro.
El fenómeno no es nuevo ni exclusivo de Colombia, pero no creo que haya un lugar del planeta donde sea más frecuente que aquí. Eso habla muy mal de la cultura política de los votantes de un país, respecto de los cuales sus candidatos pueden hablar de ellos como reses. Tengo 50.000 votos dirá alguno y se los pongo a mi mujer, a mi hijo, a mi sobrino o a quien quiera. ¡Y los ponen! Porque las votaciones por uno u otro son asombrosamente parecidas.
Votos de propiedad privada, a eso ha quedado reducida nuestra democracia electoral.
Menos mal que en 2014 habrá Mundial de fútbol y estamos clasificados. Siempre es mejor ver correr al hijo de James y al de Radamel, o ver en el arco a Mondragón que con sus 42 años viene a ser como el Gerlein del Partido Conservador, pero útil.
@Quinternatte