GUILLERMO LEÓN ESCOBAR | El Nuevo Siglo
Martes, 28 de Enero de 2014

Rescatar la política

 

Es difícil no sentir fastidio frente a una serie de sucesos políticos que acontecen a diario. Muchos de ellos son un atentado contra la inteligencia y además contra el buen gusto y más aún insultan al país e impiden la conformación de un pensar diferente que permita el nacimiento finalmente de los partidos y no lo que se tiene que son tan sólo “asociaciones electorales”.

Lamentablemente nos tocó vivir en esta época y somos igualmente culpables ya que no logramos cambiarla. Y, sin embargo, este país no deja de ser maravilloso.

Pero lo real social conturba. El sainete de Petro, la comedia del Senado; la tragicomedia del sistema de salud, la decadencia de la educación de la organización del tránsito, de las pensiones, del puesto de trabajo deprimido, de las alianzas políticas impensables y de esa capacidad de enredarlo todo y no saber las gentes si han de ser fieles a una idea o al capricho oportuno de alguna persona.

El único que ha tenido el derecho de decir “el que no está conmigo está contra mi” ha sido el Señor Jesucristo; lo demás lo resuelve el Chapulín Colorado cuando después de cualquier ocurrencia pide con falsa convicción “síganme los buenos”.  Y eso es claro. Creo haber anotado de alguien un pensar que afirma que en política lo que importa no es saber quien es quien, sino quien está con quien.  En la escuela lo resolvían más fácilmente con el “dime con quién andas y te diré quién eres”. Lenin, que no era demócrata, estableció que no se puede criticar a la veleta porque el que cambia de orientación es el viento.

Por eso la política fastidia. Recordando a Churchill es preciso reconocer que tenía razón al afirmar que “un político se convierte en estadista cuando piensa en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones”. Lo nuestro es claro. Nada se puede hacer diferentemente de escuchar con asombro aquello del pragmatismo que no es otra cosa que saltarse cualquier principio con tal de salir adelante.

Todas las teorías fracasan; todo es lícito siempre que se haga con simpatía aparente; el ciudadano decente no es ni será tenido en cuenta; “al final -será como la canción- la vida sigue igual”. Ojalá nazca ya una nueva generación no marcada por el “nomeimportismo”, ni por el “cainismo social”, ni por el dinero fácil ni por el exitismo a toda costa; una generación capaz de soñar y que esté lejana de la ponchera de Pilatos.

Menos mal que aún hay personas que decentemente irán al voto. Hay que agradecerles si eligen bien y ojalá no desesperen. Hay que apoyar todo intento de paz así nuestros negociadores no sean los mejores - pero los de ellos son peores- y  estar dispuestos a ser audaces, por ejemplo, con aquella audacia que en El Salvador llevó al perdón pero unido a la pérdida de por vida de los derechos políticos para los grandes jefes. ¡Amanecerá y veremos…!

guilloescobar@yahoo.com