Guillermo León Escobar | El Nuevo Siglo
Martes, 10 de Febrero de 2015

La jornada completa

 

Estuvo muy bien el Presidente en su pasada visita a Armenia (Q.) cuando abrió el camino que conduce a la jornada  completa en los colegios. Sabia decisión que es preciso valorar como aquellas realidades que en algunas cosas responden a la sabiduría que afirma que “el porvenir es el pasado que llega”.

Todavía somos muchos los que en la primaria y en la secundaria asistimos todo el día a la escuela  y al colegio. Se aprendía con mayor esfuerzo es cierto ya que no existían los grandes avances de hoy día que si bien han de ser justipreciados y valorados no pueden constituirse en sustitutivos de la capacidad de cada persona de entender, de deducir, de abstraer, de memorizar y de intercambiar informaciones.

Había tiempo para la música, para escenificar sainetes o pequeñas obras, para aprender algún instrumento, para cantar, para hacer las tareas -que, sin embargo, eran revisadas por diligentes mamás que tenían tiempo para sus hijos o papás atípicos que gozaban con progresos evidentes de sus herederos-, para la tropa scout, para centros literarios y declamaciones , para los deportes. En fin, escuela y colegio eran realidades imprescindibles que iban marcando el crecimiento y madurez de cada quien.

Muy bien por el Presidente y la jornada completa que recoge de nuevo de la calle y de la peligrosa vagancia con todas sus secuelas a una juventud que ha de responsabilizarse de un futuro pleno de desafíos.

Habría que pensar en el “genio” que eliminó la “jornada completa” y a quienes se dejaron maravillar -comer cuento, dice mi sobrina nieta- con lanzar la muchachada a la calle así como aquellos que estigmatizaron el aprendizaje de memoria que en una debida proporción debe regresar al decir del gran intelectual Umberto Eco que ruega a sus nietos darle a la memoria de nuevo una principalía en el proceso de aprendizaje a fin de que vayan un poco más allá de saber que Napoleón es un cognac.

Admiramos todos la capacidad de los niños y de los jóvenes en el manejo de máquinas , computadores y demás que abren puertas a inteligencias Google o Wikipedia que en muchos casos siembran falsedades y peligrosas inexactitudes. Conozco a alguien que en las visitas va comprobando con el “aparatito” si lo que dicen los contertulios es cierto o no. No porque lo sepa sino porque aparece distinto o no aparece. Es lamentable pues su inteligencia tiene la duración de la batería.

Hay ya países que ante una “imaginable” (?) catástrofe nuclear se han preguntado si los sobrevivientes llegarían fácilmente a redescubrir a Pitágoras o a Euclides y han exigido que para ciertas actividades quede fuera la electrónica sustitutiva del cerebro.

Se felicita al Presidente por la iniciativa, que no es fácil porque habrá de redefinirse la tarea de los maestros, los contenidos  y la capacidad de formación moral y en valores que unida a los expertismos maravillosos de la tecnología nos entreguen una generación capaz de orientar con certeza el futuro.

guilloescobar@yahoo.com