GUILLERMO LEÓN ESCOBAR | El Nuevo Siglo
Martes, 6 de Mayo de 2014

¡Un segundo tiempo!

 

No  la tiene fácil el Papa Francisco ahora que ha terminado esta fase exitosa del primer tiempo de su pontificado. Es claro que es un  “Papa síntesis”. Es europeo y latinoamericano, característica que le aporta apoyos de la Italia del  norte, seria y metódica y de la cultura austral de Latinoamérica, espontánea  y capaz de sorprender en todas la circunstancias. No es andino ni mesoamericano ni caribe ni antillano pero es un conocedor privilegiado de la situación de esos países exuberantes y llenos de magia, sorpresas y misterios. Su vínculo con la región en las comisiones que ha creado es el cardenal Rodríguez Maradiaga y el cardenal Stella que han vivido de cierto los avatares de una cultura diferente a aquella de Argentina, Chile, Uruguay y el Brasil que en el estrato noble de la inteligencia son tan europeos o más que los mismos europeos.

La canonización de Juan XXIII y de Juan Pablo II marca un momento de quiebre. Francisco es síntesis de los dos pero la mayor proporción de influjo en su personalidad está con el Papa del Concilio. Y a eso hay que atender porque está decidido a cambiar en esa tierra italiana tan proclive al fenómeno Lampedusa de “cambiar y cambiar para que todo quede en su sitio”.

Y es que Francisco todavía está gobernando con quienes obraron el ayer que hay que cambiar o callaron durante todo ese tiempo. Junto a rostros nuevos y actitudes nuevas se encuentra el observador con aquellos que conservan la esperanza de que el “milagro” fracase.

¡Tamaño trabajo! Terrible responsabilidad. Por donde se insinúa la reforma salta la evidencia de la corrupción de muchos y de la sacrificada santidad de quienes se ofrendaron por alertar a quienes eran vigilantes del buen obrar.

La búsqueda de la honradez en asuntos financieros que ha de abrir caminos para que bienes de la Iglesia (de todos) alcancen a los más pobres no es fácil. No bastan los “gestos del Papa” y de uno que otro cardenal o autoridad eclesiástica  ya que es preciso que el “gesto” sea unánime.

Es claro que a todos obliga el cumplimiento del “mandamiento nuevo” que no es fácil pero mucho se haría si se comenzaran a cumplir aquellos diez de las tablas de Moisés sobre todo en aquellos que dramáticamente unen el poder, el dinero y las sensibilidades extraviadas de algunos.

Hay que apoyar al Papa y pedirle además que ponga sus ojos en la Iglesia menos europea de Latinoamérica que tanto mérito y santidades ha mostrado a propios y ajenos. Juan Pablo tuvo especial afecto por la Iglesia de Norteamérica (México, EE.UU. y Canadá); Francisco se ha orientado al Sur y hace bien pero ojalá se detuviera a considerar la santidad mestiza, indígena y caribe para los grandes momentos de reflexión del porvenir de la Iglesia.

Y no hay que llamarse a duda ya que es entre nosotros en donde su mensaje se ha enraizado y podrá con el tiempo dar mejores frutos.

guilloescobar@yahoo.com