Fernando Navas Talero | El Nuevo Siglo
Miércoles, 20 de Mayo de 2015

BITÁCORA DE LA COTIDIANIDAD

El mito de la constituyente

PLATÓN  le enredó la vida a la humanidad enseñando que la verdad es un mito. Esa es una de las muchas interpretaciones  del Mito de la Caverna, esa maravillosa e imaginativa exposición que hace  el filósofo de las espaldas anchas para explicar la posición mentirosa en que se encuentra el hombre para conocer la verdad.

Esa alegoría resulta suficiente para desenredar el ovillo que han tejido los opositores de la reforma que promueve el Gobierno para equilibrar los poderes públicos; mejor dicho, para impedir que el poder se concentre en unas solas manos, de manera  que los gobernados cuenten con la seguridad de que todo lo que hacen las autoridades busca únicamente la satisfacción de las aspiraciones colectivas.

Este brevísimo discurso parece un cuento de hadas, fantasía que a diario se repite desde diferentes esquinas del cuadrilátero que escenifica los enfrentamientos entre los megalómanos del poder, empezando por el Savonarola del piso 18 y el locuaz hombre del Monte alegre, ahora asistido por el Presidente de la Corte - sana, que se debaten con furia por atacar y defender la propuesta de convocar una constituyente que se ocupe de hacerle a la Carta las enmiendas necesarias para ¡regular el funcionamiento del poder judicial!

La reforma  a la organización de la Rama Judicial no sería  complicada si no existieran tantos intereses  y rivalidades de poder. Con todo, la propuesta de convocar una Asamblea, que a título de constituyente primario, avoque el asunto y redacte y apruebe las normas que traigan la paz entre los “ilustres juristas”, es una fantasía. Sí, porque en el fondo de la cuestión, indudablemente, también están involucrados los congresistas y de alguna manera el Gobierno, lo dijo Reyes.

Ante esta realidad, inobjetable, preferible es seguir mirando la situación con el caleidoscopio que la adorne y la haga a la imagen  y semejanza de los interesados, pues de ninguna forma, el Congreso, que es el órgano que aprueba la ley  de la convocatoria para elegir la Asamblea, lo va hacer, pues, tontos serían sus integrantes si se pusieran la soga al cuello. Recuérdese que la Asamblea del 90 se convocó a espaldas del Congreso y valiéndose de una papeleta de “bon bon bum” introducida clandestinamente en las urnas, habilidosamente manipulada por el “revocador”.

Entonces, todo el escándalo de los días pasados, generado por el señor político Fiscal, no es más que otra cortina de humo disparada para distraer a la opinión y así, seguramente, eludir la discusión acerca del Plan Nacional de Desarrollo, redactado por Simón, el gran lector, ley que, según lo poco que se sabe, traslada imperceptiblemente las competencias  del Congreso al Ejecutivo; otra muestra elocuente de que el equilibrio de poderes no es más que una comedia. Al tiempo que pone a riesgo la economía de la clase media, el sanduche que todo lo tolera y nada hace en su defensa, aparte de aplaudir al déspota.