La carrera presidencial
El presidente Juan Manuel Santos está en todo su derecho de buscar su reelección. Ha sido un político decente y un gobernante democrático que ha pretendido llevar a cabo varias reformas sustanciales con diferentes resultados. Su pretendida reforma a la justicia fue un estrepitoso fracaso e igual suerte podría correr su reforma a la salud, que poco es lo que cambia y mucho lo que deja por restructurar. Sin mencionar sus palos de ciego educativos y sobre todo, la oportunidad perdida para lograr un despegue científico y tecnológico para el país. Ha cumplido a medias con la legislación de victimas pero ha manejado bien la economía. Aunque su gestión social sigue en deuda ha logrado avances importantes en la vivienda y mejoras en el empleo. Sin haber logrado grandes metas ha tratado de cumplir, mostrándose como un gobernante preparado y sobre todo un político decente.
Sin embargo, su búsqueda por permanecer otros 4 años como inquilino de la Casa de Nariño, no estará libre de sobresaltos. Tendrá dificultades en la manera de lidiar con su proceso de paz y en la forma de lograr un necesario apoyo para sus negociaciones con una guerrilla altanera y marrullera. Crece, empero, el deseo popular por lograr la ansiada y esquiva paz y Santos sabe que si la logra su paso por la Presidencia será histórico. A favor cuenta con el apoyo de la U y parcialmente con el de Cambio Radical y necesita urgentemente el apoyo del conservatismo. Sin éste no repite mandato.
Todos estos elementos de juicio los debe tener en cuenta nuestro muy querido Partido Conservador para no perder esta oportunidad dorada de llegar por cuenta propia al poder. Desde siempre hemos opinado en estas columnas que nuestra mejor salida será ir a la contienda con candidato propio y de ser posible y lo es absolutamente con el nombre del expresidente Andrés Pastrana Arango. Las cuentas son muy claras: tenemos tres millones de votos que sumamos a nuestros candidatos, tres millones que le quitamos a Santos y estaremos en la segunda vuelta, esperando los votos, igualmente seguros, del uribismo. No son las alegres cuentas de la lechera, son las cuentas claras de las votaciones históricas. Y como un valor agregado real, nuestro candidato libraría una campaña contra un candidato-ministro de su administración, lo que lo neutralizaría para criticarla, además de que esa administración fue buena y el traspié del Cagúan sirvió para diseñar el Plan Colombia que tan útil le fue a Uribe para su seguridad democrática.
La dirigencia conservadora tiene que convencerse de que es ahora o nunca, porque las otras opciones nos llevarán a una división irremediable y a una atomización irreductible...
El otro peligro y no pequeño es que con un conservatismo refugiado, por separado, en las toldas santistas y uribistas la izquierda, deponiendo sus egos, podría unirse y alzarse con la limosna electoral. En su antipatía contra el Presidente-candidato no es un disparate pensar que el expresidente Uribe ¡preferiría una Clara López o hasta un Navarro Wolf!
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Adenda
El transporte integrado en Bogotá sigue siendo un desastre. Los buses azules se llenan a cuentagotas. Y ahora sus choferes siguen con las mismas mañas de los buses tradicionales y tratan a sus pasajeros como bultos de papa frenando en seco a diestra y siniestra. ¿Podrá hacer algo nuestro gran amigo Sanclemente? Sería una desgracia que los “nuevos” buses cojan las mismas mañas de la guerra del centavo.