ESTE jueves pueden haber sucedido muchas cosas más para contener la pandemia global. Quedarnos todos en casa, ley seca, toque de queda, emergencia general, todo puede pasar.
Esta columna la escribo la mañana del martes 17, guardado en mi estudio, con un tibio sol que apenas roza las ventanas.
Acompañado de mi hija y colega Lina, y mi inseparable pastor alemán, Yago.
Casi escondidos, con incertidumbre y tratando de guardar calma, de no contagiarnos del pánico que brota de algunas notas en redes sociales y que se esparce tanto o más que el coronavirus.
Escucho la radio y oigo que la amenaza crece y cobra más víctimas. Cancelo mis citas periodísticas de la semana, un almuerzo de trabajo y prefiero no ir a ruedas de prensa.
Mientras algunos claman el cierre de aeropuertos para trancarle puertas al virus, otros desafían el contagio y salen frescos a las calles, tocen, estornudan, tocan y van a su trabajo.
Otros más asquerosos escupen en las calles, nada parece importarles.
Otros ‘personajes’ compran por nerviosismo, arrasan estanterías de tiendas y supermercados. Por eso, las filas, la congestión para mercar. Por ello la falta de gel antibacterial, tapabocas y papel higiénico. Así somos.
Cientos de depredadores humanos salen a comercios a llevarse todo lo que puedan. Es como si les hubiesen anunciado el fin del mundo.
Se especula y acapara con artículos e insumos de higiene y aseo. Hay denuncias en el sentido de que están revendiendo gel bacterial y tapabocas. El instinto ruin de algunos malhechores.
Ya escasean algunos productos básicos de la canasta familiar, pese a que los gremios de la producción aseguran que hay pleno abastecimiento.
Hay patronos que resisten permitir a sus trabajadores laborar desde casa. Si a ellos les gusta tanto estar sentados en una silla, pues háganlo, pero no expongan a los demás.
No sé si de martes a jueves determinen que todos nos quedamos en casa, a la brava, para atajar la epidemia. Somos folclóricos, desobedientes, insolidarios e irresponsables. Guardarnos todos en casa, sin excepción, suena duro, pero no descabellado.
El transporte urbano luce todos los días como en domingo, el transmilenio rinde y lleva pocos pasajeros. Las ciclo rutas abundan y en general mejoró la movilidad.
En terminales de transporte terrestre deberían cerrar. No darse largas a la propagación del coronavirus.
En migración de aeropuertos andan rezagados con las tecnologías de punta que demanda la emergencia. Viajeros que pasaron como pedro por su casa sin controles rigurosos.
Ejecutivo recomienda lavarse mucho las manos y usar antibacterial. Pero si este gel lo tienen especuladores o acaparadores, ¿qué hacer?
En tiempos de escasez debería limitarse a compradores el número de artículos. Solidaridad, por favor.
Protocolos en tiendas de café, restaurantes y donde se manipula y se expone al contagio. Quienes vendan alimentos o bebidas deberán asumir muchas precauciones. ¿Cuáles?
Para cerrar, mejor tomar café en casa. Sin visitas. Mercar a domicilio y sin contacto. Y ley seca. Una tentación menos para salir.