El trauma de los aficionados al fútbol por el resultado del partido con Paraguay, para definir la participación en el mundial de Rusia, confirma la lección popular que avizora las consecuencias derivadas del exceso de confianza. Faltaban pocos minutos para terminar el encuentro y la selección colombiana había ya, hipotéticamente, asegurado el triunfo con el marcador a su favor. Sorpresivamente el contrario no solamente alcanzó a empatarlos sino que superó el resultado en los últimos minutos. Fue una derrota supuestamente inesperada. No obstante, la conclusión no es tan cierta. Las derrotas son potenciales mientras la competencia no termine. Sartre, refiriéndose a la condición del ser humano, solía decir que solo se puede definir el día de su muerte, pues mientras viva siempre existe la posibilidad del cambio. Por eso hay que ser mesurado y sereno, pues el adagio popular enseña que “el que sube como palma, baja como coco” y que “el que mucho abarca, poco aprieta” y, en ultimas, la sentencia predica que “en la puerta del horno se quema el pan”.
Estas enseñanzas, de la filosofía popular, también deben tenerse presentes ahora cuando el periodo presidencial se encuentra próximo a su fin y sus colaboradores inmediatos, los que pelecharon a su sombra, por ejemplo Clopatofsky, Pinzón o Vargas, movidos por su ególatra ambición de poder, le dan la espalda y sin reato alguno deciden hacer su campaña presidencial censurando la obra de su “partner” político. Esta actitud de la competencia puede causar que se queme el pan, esto es, que todo el esfuerzo hecho y el tiempo gastado para lograr consolidar un acuerdo de paz se arruine a última hora, pero esa posibilidad también tendrá unos efectos, como por ejemplo, que las gentes, a pesar de todo lo que en el país se dice y alega con respecto al proceso de paz y sus secuelas, decida apartarse del nieto de Carlos Lleras y de los demás “líderes” críticos del momento y, como ocurrió en las últimas elecciones de Francia, se acoja el nombre de “un tercero en discordia” (Voltaire) . Recuérdese que “Cóndores no entierran todos los días”.
¿Quién podría ser ese modelo de “Emmanuel Macron”, surgido del multitudinario abanico de candidatos charlatanes que, sin méritos ni prestigio, andan buscando apoyos firmados para inscribir su candidatura para la presidencia y satisfacer su megalomanía? Hay que tener cuidado. Nada de extraño sería que a consecuencia del discurso de los violentos que con peroratas y mensajes irresponsables promueven un “Nuevo Estado” aparezca la figura de un Robespierre que, fundado en argumentos demócratas, imponga una voluntad “pinochesca”.
Si el patriotismo no tanto se expresara en la afición por el fútbol y más bien por el afecto al progreso y la paz “otro gallo cantaría”. La incultura política hace que la soberanía popular sea una “locura”. Razón tenía San Agustín al predicar: “Una vez al año es lícito hacer locuras”: en las elecciones.