LUEGO de la jornada que se conocerá como el paro del mes de noviembre del año 2019, uno de los presidentes más jóvenes que ha tenido Colombia, Iván Duque, abrió el telón a la llamada Conversación Nacional, o mejor a una Conversación Social Nacional.
El amplísimo espectro de demandas y demandantes -jóvenes en su mayoría- que se sumaron a las marchas y plantones, con toda una gama de letreros y peticiones, entre las cien razones o sólo la inconformidad, terminaron por centrar en el Presidente: el qué hacer, qué responder y con quién.
Más allá de ser el primer comandante de la Fuerza Pública que imprimía la garantía de seguridad necesaria y de ser el protagonista receptor de la protesta, terminó con el balón, en la misión de desenredar el inmenso árbol de problemas que con carteles se le fueron enunciando.
Hoy, el Presidente es el gran vocero de la marcha. A él se le terminó confiando la formulación de esas protestas y la gerencia de estos proyectos sociales, más sentidos que descifrados.
Se inicia la Conversación con la certeza que lo más difícil de la tarea del gerente social es concretar los problemas y convocar a los actores pertinentes. Ahí está el meollo del asunto.
Sin lugar a dudas la Conversación va a canalizar una serie de problemáticas, en especial las que afectan a los jóvenes, muchas ya conocidas por el gobierno o el legislativo, que se deberán priorizar de otra manera en los objetivos finales. Luego vendrán los indicadores y el límite de los recursos disponibles.
Pero la pregunta clave es: ¿Cómo de ese río de ciudadanos se escoge una representación? El uso de una plataforma digital y de los encuentros ciudadanos propuestos es un buen comienzo, incluso dando mayor dinámica a los talleres de construcción de país, en diálogo con el ciudadano de a pie.
Sin embargo, como en todo, se ha de comenzar por el sentido común. Invitar a los promotores reales de la marcha como fue el Comando Nacional del Paro, integrado por representantes de las centrales obreras, de los jóvenes y de los indígenas, indica su pertinencia, que es el factor legitimador. De igual manera la participación masiva de jóvenes recogería el reflejo de la misma manifestación.
La iniciativa ciudadana de estas marchas desplazó la representatividad de los líderes políticos y los puso a pensar en el escenario base para las nuevas reformas. El parlamento, los alcaldes, los gobernadores, los partidos y los dirigentes tienen su parte en el mapa de actores pero más en la etapa de implementación.
Un proyecto social que no conjuga a los actores indicados puede caerse. El asunto más delicado está en el llamado a los actores pertinentes. Siempre va a estar viva la excusa de la exclusión o la omisión para deslegitimarlo. En la formulación, que es la almendra que recibe el Presidente, la convocatoria a los actores indicados juega un papel crucial.
Después del miedo y de la madurez demostrada en los hechos pacíficos, que a futuro no tienen que irrumpir en el transporte ni permitir el vandalismo, se puede augurar para Colombia los vientos de una democracia más participativa.
*Presidente Corporación Pensamiento Siglo XXI
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