El mensaje para Dimas | El Nuevo Siglo
Lunes, 3 de Octubre de 2016

Se cumplieron 23 años de la emboscada de las Farc a mi amigo desde kínder,José Gabriel Ruiz Salgado, quien días antes de su asesinato se había casado con mi también amiga Mónica Londoño Forero; hablé con ella sobre el proceso de paz y me dijo que había perdonado desde hace más de veinte años a la guerrilla por su ataque, aunque no ha recibido del Estado un verdadero resarcimiento, como tampoco miles de viudas de soldados, suboficiales y oficiales.

Esto nos lleva también a entender si lo que ocurrió con alias “Timochenko” era una presentación de excusas, o una solicitud de perdón. El soberano es quien ofrece el perdón, técnicamente es una posición de Estado soberano. Gramaticalmente ha debido decir “pido perdón”, pues su giro no cubre lo que tal vez pensó.

Decía San Juan Pablo II, “que nadie se haga ilusiones de que la simple ausencia de guerra, aun siendo tan deseada, sea sinónimo de paz verdadera.  No hay verdadera paz si no viene acompañada de equidad, verdad, respeto, honestidad, justicia y solidaridad”.

El Papa Francisco hace unos días reflexionó sobre el perdón, tomando como referencia las palabras de Jesús en la cruz y el ejemplo de los dos ladrones que le acompañaban. Explicó que la Iglesia no es solamente para los buenos o los que parecen buenos o se creen buenos. Así, entonces, “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”, no son solamente palabras, sino un acto concreto en el perdón ofrecido al “buen ladrón”. Ahí vemos el “ofrecer”, que es y proviene de Dios y, eventualmente, los que están aquí dando el perdón son las víctimas, pues los victimarios no se los están pidiendo.

Francisco recordó: Un primer ladrón insultó a Jesús y no comprendió que, siendo el Mesías, pudiese quedarse en la cruz; el otro, “reconoce su pecado”, y “confiesa su culpa con absoluta confianza en la infinita bondad y misericordia de Jesús”.

En Sudáfrica, en 1994, se pensó en cerrar todas las heridas del pasado y poner a cero el cronómetro de la historia. El rencor y los agravios históricos se consideraban incompatibles con el futuro que se pretendía para Sudáfrica, creándose una Comisión de la Verdad y la Reconciliación, y la ley que la puso en marcha afirmaba abiertamente que su objetivo era la reconciliación nacional. No se mencionaba en aquella norma la necesidad de lograr el perdón personal con las víctimas a sus verdugos, ni se expresaba principio religioso alguno, pero se proponía que unos y otros relatasen sus experiencias en sesiones de carácter público. Aún esperamos que esto ocurra en Colombia.

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