El 17 de junio los colombianos le dieron un mandato inobjetable y claro al nuevo presidente de los colombianos, Iván Duque.
Los primeros pasos del mandatario recientemente elegido apuntan en la dirección de darle cumplimiento a lo que dispuso el pueblo soberano, el constituyente primario, el día de la segunda vuelta.
Está actuando, entonces, de conformidad con la Constitución nacional y la voluntad expresa de los electores.
No olvidemos que el artículo 3 de la Carta prescribe que “la soberanía reside exclusivamente en el pueblo del cual emana el poder público. El pueblo la ejerce en forma directa o por medio de sus representantes en los términos que la constitución establece”.
Y tengamos también presente que este fue uno de los grandes cambios que se introdujo a la Constitución, toda vez que en las cláusulas vigentes antes de la promulgación del nuevo orden dicha soberanía residía en la nación.
Llama poderosamente la atención, pues, que ahora se le esté pidiendo al presidente electo Duque que deje de cumplir el veredicto soberano y proceda a actuar como si no lo hubiera recibido.
Nada distinto se entiende de los llamados que se le hacen con respecto al acuerdo firmado por Santos y Timochenko.
A lo largo de la campaña, Duque planteó a sus compatriotas la necesidad de hacer reformas a lo acordado con el fin de mejorar el contenido y salvarlo, no de destrozarlo, como siguen diciendo los críticos.
Lo dijo durante el proceso interno de Centro Democrático, que condujo a su escogencia como candidato del Partido.
Lo dijo durante la campaña de la Gran Consulta por Colombia, que ganó con una votación copiosa.
Lo dijo durante la primera vuelta, en la que salió victorioso.
Y lo dijo durante su contacto con la ciudadanía entre el 27 de mayo y el 17 de junio.
Lo anterior significa que el programa con el cual fue elegido recibió varias manifestaciones de aprobación.
No hay antecedentes, que recuerde el autor de estas líneas, de cuatro escrutinios de los electores para llegar a la jefatura del Estado por decisión de los ciudadanos.
Lo anterior le da no solamente claridad inobjetable a lo que se decidió en las urnas, sino una gran legitimidad y capacidad política a quien gobernará entre el 2018 y el 2022.
Hace bien el joven presidente en empezar a dar los pasos para cumplir.
No faltaría más que, después de tan prolongado proceso y tanta diafanidad en lo decidido, ahora se le vaya a insinuar que olvide el programa que ganó y opte por el que perdió.
Urge, por lo tanto, repetir, que es en el pueblo donde reside la soberanía y que de él emana el poder público.
Una de las más graves fallas en que incurrió el presidente Santos fue, precisamente, que, en lugar de ejecutar lo que el soberano le ordenó hacer, resolvió escoger un camino que no fue el señalado por el veredicto de los electores.
Las consecuencias de semejante incumplimiento se evidenciaron en las elecciones que acaban de tener lugar.
El art 3 de la Carta no es declarativo.
Se trata de una definición de fondo, que se adoptó para respetar y darle fuerza a los procesos democráticos.
Se tiene un mandato popular e Iván Duque va a cumplirle a esta patria anhelante de cambios que permitan edificar un futuro mejor para todos.