La lectura de la biografía sobre Einstein de Walter Isaacson es apasionante. Sin duda se trata de una investigación sólida y documentada de la vida de unos de los personajes más notables del siglo XX. Confieso que lo primero que hice fue buscar el capítulo que dedica el autor al Proyecto Manhattan, es decir, a la construcción de la bomba atómica que Truman ordenó lanzar el 6 de agosto de 1945 en Hiroshima y tres días después en Nagasaki, que provocó la rendición de Japón.
Nos recuerda que un grupo de físicos teóricos húngaros de origen judío con la condición de refugiados en Estados Unidos, encabezados por Leó Szilárd, quien, al enterarse del descubrimiento de la fisión empleando Uranio, compartió esa preocupación con el también físico Eugene Wigner sobre la posibilidad de que los alemanes pudieran comprar las reservas de uranio del Congo, que por entonces era una colonia de Bélgica. Szilárd recordó entonces que su antiguo amigo Einstein, a su vez, era amigo de la reina madre de aquel país y lo fue a visitar para explicarle su tesis sobre la producción de “reacción en cadena exclusiva en una masa de uranio estratificado con grafito por medio de los neutrones liberados en fisión nuclear”.
Einstein comprendió de inmediato sus implicaciones. Luego Alexander Sachs, quien era amigo de Roosevelt, los convenció de que la carta debía dirigirse al presidente y que él se la entregaría personalmente. Esa comunicación, firmada por Einstein, llamaba la atención sobre el hecho de que “era posible desatar una reacción nuclear en cadena en una gran masa de uranio, mediante la cual se generarían inmensas cantidades de potencia y grandes cantidades de nuevos elementos similares al radio” Le informaba que este fenómeno podría llevar a la construcción de bombas extremadamente potentes con un gran poder destructor. También advertía que era posible que los científicos alemanes estuvieran tratando de construir una bomba de esas características.
Roosevelt respondió conformando una comisión de la que Einstein no hizo parte, pero si el trio de emigrantes húngaros (Szilárd, Wigner y Teller); comisión que daría lugar al Proyecto Manhattan y a la construcción de la bomba atómica en la que el notable científico no participó por no tener el menor deseo. Unido a ello el director de FBI, Hoover, lo señalaba como un riesgo para la seguridad de los Estados Unidos al considerarlo prosoviético por sus vínculos con organizaciones pacifistas.
La verdad es que Einstein, Szilárd y el grupo de científicos refugiados buscaban era evitar que sus colegas alemanes, al servicio de Hitler, construyeran un arma tan letal. Luego de su lanzamiento se publicaron crónicas auspiciadas por funcionarios de Washington en las que se atribuía un gran peso en el origen del proyecto a la carta que Einstein le había dirigido a Roosevelt en 1939, lo que le produjo un gran disgusto. Por ello comenzó a proponer la creación de una autoridad supranacional que ejerciera el monopolio de la fuerza militar para evitar el uso de armas nucleares.