Un beso público apasionado entre Claudia Nayibe López, electa alcaldesa de la ciudad capital y su compañera permanente (que me estremeció y me ruborizó, lo confieso) y un enternecedor discurso de agradecimiento del “paracaidista” Hollman Morris -quien quedó tercero, después de que iba de último en las encuestas- en el que dijo “agradezco a mis mayores y a mis mayoras” constituyen, para mí, la síntesis de la pasada “debacle electoral”.
Simplemente ha cambiado el mundo. Tenemos que hacernos a la idea de que los mamertos y las mamertas han llegado para quedarse, para imponer su estilo, frentero, desafiante, pero lo que no sabemos es si este trastocamiento de los valores -incluyendo el lenguaje- va a ser para bien o para mal. El tiempo lo dirá. La juventud está estrenando su sagrado derecho al voto, bajo la orientación de una izquierda que se ha encargado de escribir la historia reciente de Colombia pero que, además, pretende abrogarse -de manera olímpica y oportunista- las sagradas banderas de la paz, de la protección del medio ambiente y de la lucha contra la corrupción.
Tales banderas no tienen partido político, no pueden ser objeto de propaganda ni de publicidad política pagada -como lo fue hace poco, sobre todo, la de la paz- porque ellas son patrimonio moral de la gente buena, esa que todavía, por fortuna, parece ser mayoría en nuestra Patria, para cuyo futuro invocamos la protección de Dios.
Y hablando de la paz, creo que es hora de que el presidente Duque empiece a obturar los mecanismos para buscarla, una verdadera, porque lo que ocurrió hace poco fueron unas “paces” que se hicieron entre el gobierno anterior y un sector de las Farc, cuya disidencia -enorme, feroz, aplastante- acaba de protagonizar otra masacre de cinco líderes indígenas en el Cauca; y sigue el reguero de asesinatos que asolan vastas regiones del país, en que se han identificado también otros actores armados, como el ELN, el EPL, las Autodefensas Gaitanistas -que se creían al borde del exterminio, pero la culebra sigue viva- y, para rematar, los temibles Cartel de Sinaloa, los Pelusos, los Puntilleros, La Constru, los Pachenca, y faltan datos de otros municipios.
“Hacer las paces” es relativamente fácil; lo difícil es hacer la paz.
Post-it. Quizás Trump no termine su período, por su reguero de errores al andar. Pero hay que aplaudirle su último golpe: dar de baja al temible terrorista Abubaker al Bagdadi, líder del Estado Islámico, en Siria, que la prensa no ha destacado lo bastante.