Mucho se ha escrito en los últimos días, tratando de encontrar explicaciones para los inesperados resultados electorales que hemos presenciado alrededor del mundo.
Además, ahora todo indica que las encuestas que se publican se equivocan por escoger mal sus muestras representativas, o por no detectar las respuestas equivocadas que intencionadamente algunos suministran.
En el caso de que fuera cierta esa última posibilidad, estaríamos enfrentados a un fenómeno totalmente nuevo, en el que movidos por la vergüenza a lo que hará como elector, la persona engaña al encuestador en su respuesta, temiendo la censura que cree le acareará su proceder.
De ser así, los márgenes de error, que resultan del cálculo probabilístico, deberán ser corregidos hacia arriba haciendo cada vez más incierta la utilización de dicho mecanismo para el análisis electoral.
Pero encuestas aparte, el meollo del asunto y lo que realmente todos nos preguntamos es ¿Por qué mucha gente se está apartando de las recomendaciones dadas por los partidos políticos y por los medios de comunicación masivos como prensa, radio y televisión?
Recordemos como antecedente que el auge de la democracia se vivió con fuerza en el mundo desarrollado sobre todo, desde mediados del siglo XVIII hasta el siglo XX; eran los partidos políticos los que después de deliberar sus militancias, presentaban su planes de gobierno buscando ganar las elecciones, después, escogían a sus candidatos para las distintas ramas del poder, quienes a su vez, estaban obligados a rendir periódicamente cuentas a sus electores so pena de perder sus avales o recibir sanciones; la mayor de las cuales era la perdida de la confianza de sus electores y ser removidos.
Los medios serios de comunicación masivos, a su vez, evaluaban el comportamiento de los elegidos popularmente además de la coherencia de sus actos. Esta labor se desarrollaba con gran celo compitiendo todos entre sí para para granjearse el calificativo de ser los de mayor independencia. A mayor independencia, mayor audiencia era su lógica.
Pero todo esto, ahora en el siglo XXI, ha dejado de ser así, sobre todo para el caso colombiano. Hoy, entre nosotros, los partidos no son los vehículos de transmisión de ideas para el buen gobierno ya que fueron secuestrados por sus parlamentarios, o por sus caudillos, arrebatándoselos a sus bases, y, lo peor, talvez, es que los medios independientes, dejaron de serlo mayoritariamente, para servir solo a quienes les pauten multimillonarias propagandas.
Lamentablemente la responsabilidad de que esto sea así es también de la rama ejecutiva, la que descaradamente busca apoyos a cambio de mermelada…