“El camino se deberá transitar con prudencia”
Un gran paso adelante
EL acuerdo sobre un Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición es un gran paso hacia la paz definitiva con las Farc. La estudiada y cuidadosa estrategia del Gobierno Santos, cumplida con rigurosidad por sus negociadores, empieza a dar resultados. Es cierto que los diálogos han demorado más de lo previsto, pero ya se asoma el final de la violencia subversiva. Nunca ha sido ni será fácil negociar con una organización armada con más de 50 años de experiencia criminal e incrustada en nuestras selvas. Naturalmente, faltan temas muy espinosos, todos sensibles e importantes en sí mismos, por lo que el camino se deberá transitar con mucha prudencia y la Constitución en la mano. Habrá que tener en cuenta que las interpretaciones de lo publicado en La Habana han alterado el ambiente. Anncol fue primero, con arrogantes amenazas, aún no rectificadas por las Farc. También, el exmagistrado Henao, con ligereza inesperada, sembró alarma cuando afirmó que el Tribunal de Paz no respetaría fueros ni tiempos. Él está obligado a conocer los límites y el espíritu de los tribunales constituidos al amparo de la Justicia restaurativa. Sensato, como siempre, De la Calle, ha retomado la batuta y logrado que los voceros de las Farc acepten que se requiere precisión en múltiples puntos de lo acordado. Por ahora, guardemos la retórica de los “pactos secretos”. No los hay. No los ha habido. No puede haberlos en una democracia y, menos en materia que, para su legitimación, necesita la refrendación popular. Ya está dicho por las partes: “Se publicarán totalmente los 75 puntos cuando lo acuerde la mesa”.
Decía Shimon Peres, expresidente de Israel, que lo más difícil de la paz es convencer a los amigos. Precisamente, en nuestro suelo, hay que convencer a todos los actores políticos y sociales, pues no se entiende que en un tema de la trascendencia de la paz, no se haya construido el espacio propicio para el consenso pluralista. Las fuerzas democráticas deben debatir ampliamente con el Gobierno y sus negociadores y plantear un “consenso de mínimos”. Es una obligación con Colombia tanto del Gobierno como de la oposición. Perturba el híspido lenguaje con el que se tratan Santos y Uribe en estos días. Es la hora de alejar los micrófonos que incitan a la controversia y, con la serenidad que reclaman estos instantes decisivos, buscar las coincidencias que le permitan al Estado de Derecho tener una sola voz frente a la guerrilla y brindar a todos la seguridad jurídica y humana que exige la entrada de las Farc a la civilidad, a la democracia representativa.
El esfuerzo y la constancia del presidente Santos, muñequeando con firmeza ante tantas circunstancias adversas, navegando en el mar tormentoso de la incredulidad, sin perder el rumbo, serán reconocidos por el pueblo colombiano y por la historia. Le toca, también, despojarse de las vanidades, enterrar las malquerencias y abrir la puerta de la paz sin exclusivismos, con generosidad. Ahí está la grandeza.