Hay tres aspectos que unidos que se convierten en una bomba molotov: ‘la inseguridad en las ciudades, los escándalos de corrupción que se destapan a diario y la aplicación de justicia’.
Es realmente impresionante ver cómo los atracadores ya no se intimidan ni por la luz del día ni por los innumerables testigos que presencian sus descarados crímenes todos los días. Por ejemplo, en Bogotá, en diferentes zonas, calles y avenidas e incluso en trancones de tránsito, delante de conductores, pasajeros y transeúntes roban a los pasajeros de vehículos despojándolos de sus pertenencias. Y éstos son solo algunos de los infinitos rincones de nuestra capital, en la que no nos podemos sentir seguros. ¿Dónde está la policía?
El pasado domingo la directora de foros de la revista Semana, la doctora Marcela Prieto, nos compartía cómo ella y su familia, entre los que se encontraban niños menores de edad, fueron interceptados en la calle 127 con carrera 19, a las 2 de la tarde, siendo amenazados a plena luz del día con armas, a punta de violencia y groserías, por dos atracadores que los despojaron de sus pertenencias, ante la mirada despavorida de los transeúntes que se encontraban presentes y que poco podían hacer cuando las autoridades mismas no se pronuncian ni aparecen en estos casos.
La inseguridad crece y todos la hemos vivido. Mientras tanto, las autoridades hacen declaraciones dando testimonio de una supuesta mejora en la seguridad. Y qué decir del robo de carros. ¿Qué está pasando en nuestro país?
En segundo lugar siguen descubriéndose y por qué no decirlo, los actos de corrupción y abuso de funcionarios públicos de los bienes del Estado.
¿Qué está sucediendo? ¿No vamos a ser capaces de recobrar nuestros valores éticos y morales y de castigar a los responsables? Tenemos que actuar y exigir que el gobierno y las distintas ramas del poder tomen acciones. No podemos continuar escuchando declaraciones pero mientras tanto los responsables siguen disfrutando de la libertad o, en su defecto, siguen sin recibir el castigo que la ley contempla para estos delincuentes.
Y, en tercer lugar, lo que si ya es una burla es enterarnos cómo un exfuncionario que recibió una coima por más de veinte mil millones de pesos es castigado con una multa de sesenta y cinco millones y cárcel por cinco años, un porcentaje absolutamente insignificante de un lucro ilegal. En otras palabras decretaron su libertad con la prisión que guardó en el tiempo de su investigación. Con ese castigo, la justicia no sólo está creando un grave antecedente sino que motiva a los corruptos para que roben, sabiendo a priori que la pena que recibirán será muy leve y así legalizaran el dinero del cual se apropian. Esto es lo más grave.
¿Qué esperamos entonces para actuar y si es del caso salir a la calle y tomarla para ver si es que al estilo de las marchas en distintas regiones del país es la única forma de que seamos escuchados y se tomen medidas? Parece absurdo que una acción de estas se nos venga a la cabeza, como la doctora Marcela que le provocó irse del país, pero estamos tan mal que ya no sabemos qué hacer.