Las imágenes de la gente saliendo de almacenes de cadena, con gigantescos televisores de pantalla plana y sin tomar las más mínimas precauciones de autocuidado, hablan por sí solas de las grandes angustias de la población, que busca anestesiarse.
Es muy fácil descalificar, a priori, a quienes se volcaron a las compras con frenesí, por su descuido frente al posible contagio e ignorancia, al dejarse llevar por la ilusión del descuento del Iva. "Ahorro" que, en varios casos, se transformó en sobreprecios.
Sin embargo, ¿qué motiva a una familia a endeudarse para comprar un medio de entretenimiento en plena pandemia? La desesperación. La televisión es "el mejor anestésico" para huir de la dura e incierta realidad en que vivimos. La mayoría de la población vive en apartamentos de espacios reducidos, como en cajitas. Allí, lo primero que se pierde es la privacidad. Sus habitantes, sufren de ansiedad y depresión. ¿Cómo se curan? Como pueden. ¿Quién está llevando el sobrepeso de las cargas en los hogales? Las mujeres.
Con el auge del teletrabajo, los matrimonios y sus hijos están obligados a una convivencia 24/7 a la que nadie estaba acostumbrado. El salir a la oficina, al colegio o a la universidad, daba a la familiar un respiro obligado.
Cuando la mujer conquistó el mundo laboral, dejó atrás los pesados oficios domésticos. Los confió a quien estuviera disponible para ayudarle, sin reparar mucho en la calidad. Como dice el dicho popular: “Ojos que no ven corazón que no siente”. Conquistó un espacio de "independencia y libertad" relativas, en medio de una sociedad machista, pero aun así fortaleció su autoestima. Esa válvula de escape que significaba salir de casa, tomar distancia del marido y los hijos, se acabó definitivamente con el teletrabajo.
Escribo esta columna por la lúcida insistencia de una amiga: "¿Por qué los periodistas no dicen nada sobre las amas de casa? ¿No se dan cuenta del peso que estamos llevando encima durante esta pandemia?”
"Las mujeres están deprimidas, agobiadas con el peso de los oficios domésticos, las responsabilidades laborales, los hijos, son "mujeres orquesta". Se encuentran muchas veces soportando los reclamos de sus cónyuges, lo cual degenera en graves problemas de comunicación. Y si a esto se suma la adicción al alcohol y a las drogas, que muchos hombres usan como anestesia para aliviar su propia desesperación, aumentan los índices de agresión física y de feminicidio", asegura la reconocida sicóloga de pareja, Nelly Rojas de González.
“Anestésicos” tan populares como la televisión, el alcohol y las drogas, cuyo consumo se ha incrementado considerablemente en medio de esta coyuntura, requieren la urgente atención de las autoridades y los medios de comunicación. No basta con sancionar las aglomeraciones y la falta de autocuidado, estos son solo síntomas de la desesperación. Los ciudadanos necesitan herramientas de educación sicológica para comprender y procesar una realidad que tiene ingredientes apocalípticos. No cuentan con mecanismos de defensa.
Lo más fácil es vivirse y perderse frente a la pantalla del televisor, como si fuera la realidad. Entre más grande el plasma, mejor. Lo difícil, para líderes y gobernantes, es el desafío de entrar a los hogares colombianos, aprovechando esas mismas pantallas, para acompañar, con educación, las transformaciones sociales que se avecinan.