“Así va el costo fiscal por la pandemia”
Los aforos que se han venido haciendo y rehaciendo vertiginosamente durante los últimos días sobre los costos fiscales que tendrá el coronavirus pueden apreciarse en el título de este artículo: ya van en 53 billones de pesos
Veamos cada una de los componentes de esta sumatoria y su significado para las finanzas públicas del país.
Cuando estalla la crisis a comienzos de marzo, el ministro de Hacienda declara que el Gobierno cree poder manejar la inesperada situación sin necesidad de recurrir a nuevos empréstitos. Es decir, a cero costo.
Vana ilusión: quince días después se reúne la comisión técnica de la regla fiscal y amplía el margen de déficit autorizado al Gobierno del 2,2% al 4,9% del PIB. Esto en buen romance significaba que ante la gravedad de las circunstancias era tolerable un endeudamiento adicional de 27 billones de pesos.
En esa misma reunión, un grupo de los miembros de la comisión opinaron que probablemente un endeudamiento adicional de 27 billones no iba a ser suficiente para atender las necesidades de la inmensa crisis. Y que por lo tanto sería prudente agendar una nueva reunión para ampliar el déficit fiscal autorizado. Y así ocurrió, tal cual.
Pocos días después se decreta la emergencia económica al amparo de la cual se expide el decreto 444 del 2000 en virtud del cual se arbitran mediante operaciones de endeudamiento internas del Gobierno central con las entidades territoriales por 14 billones.
Para atender lo que pudiéramos denominar los gastos “de primeros auxilios” de la emergencia (transferencias no condicionadas a los sectores más desvalidos, giros a los hospitales, etc).
Y el lunes de esta semana se reunió nuevamente la comisión asesora de la regla fiscal como se había solicitado y autorizó aumentar el déficit tolerado de 4,9 al 6,1% del PIB. Lo que significa un nuevo ensanchamiento del déficit en12 billones de pesos.
Y ahí vamos...es decir: O+14+27+ 12 = 53 billones de pesos.
Y esto sin contar lo que puedan requerir las grandes municipalidades del país, comenzando por Bogotá. La Alcaldesa en reunión que sostuvo con el Presidente Duque habló, por ejemplo, que esperaba recibir apoyos del Gobierno central por 30 billones para ejecutar su plan de desarrollo, ahora centrado en inversiones de infraestructura y de carácter social para reconstruir la maltrecha situación laboral de la capital. Bogotá va a salir al mercado también con un ambicioso programa de colocación de bonos.
O sea: por el solo lado del Gobierno central ya vamos en requerimientos para financiar el programa de gasto público contra cíclico de la pandemia en 53 billones de pesos.
No sería sorprendente que esta cifra a la postre resulte siendo mayor, si sigue agravándose la situación laboral del país con el confinamiento. Y si se resuelve aumentar el subsidio a las nóminas con cargo al presupuesto nacional. Los inactivos están creciendo como espuma. La última encuesta del Dane dio cuenta que en el último mes, sin tomar en cuenta todavía abril que es el mes más duro, los inactivos habían subido en 1.600.000.
En la segunda emergencia declarada el jueves de esta semana se dio un primer paso, al subsidiar directamente las nóminas con $ 350.000 por cada trabajador y por tres meses en aquellas empresas cuyas facturaciones se hubieran caído un 20% durante el confinamiento.
Los aforos -vía más endeudamiento- van, pues, en 53 billones hasta la fecha. Suma inmensa pero que no debe hacernos perder la calma. Todas las grandes crisis y las guerras en la historia se han financiado inicialmente con enormes endeudamientos públicos. Endeudamiento que luego, cuando pasa la emergencia, se van recogiendo con nuevos tributos y con el simple crecimiento de la economía cuando las aguas retornan a orillas más tranquilas.
Mientras tanto, y habiendo desechado por el momento una reforma tributaria, hay que iniciar una tarea intensa de consecución de créditos para financiar ese gran programa de 53 billones de gasto contra cíclico para la reconstrucción de la economía de la pospandemia. El Gobierno está en eso, y ya comenzó la tarea ante el FMI y el BID y seguramente lo está haciendo también ante el Banco Mundial y la CAF. Así manejamos la crisis en 1998-1999: comprometiendo con ayudas crediticias a todas las entidades multilaterales.
La posibilidad de tocar la puerta el Banco de la República es, por último, una opción que debe quedar abierta si lo que se obtenga con las multilaterales no fuere suficiente .Es una opción que se justifica en las circunstancias actuales. Y la contempla la Constitución Nacional, precisamente para emergencias mayúsculas como la que estamos afrontando.