Perspectiva. Andrés Mendoza, coleccionista de historias | El Nuevo Siglo
Andrés Mendoza Saray lleva más de 40 años coleccionando estampillas.
Alejandro Avendaño
Domingo, 2 de Octubre de 2022
Redacción Cultura

Se dice que una persona colecciona algún objeto por juego, diversión o placer. Sin embargo, para Andrés Mendoza Saray representa la riqueza de conocer el pasado, la historia y el modo de vida de los antepasados, a través de “pedacitos de papel” llamados estampillas, con los que se deleita desde que tenía ocho años.

Se considera un aficionado de estos sellos de primer nivel, puesto que guarda un extraordinario repertorio de más de 18 mil estampillas, especialmente de aquellas que se utilizaban entre 1859 y 1881, periodo en el que, según Andrés, estas piezas eran “raras”, “imperfectas” y no tan “bonitas”. Y realmente ese es el interés principal de quien recopila objetos antiguos: obtener piezas únicas y no tan comunes dentro de su escaparate de “guardados”.

Actualmente Andrés Mendoza Saray es miembro directivo del Club Filatélico de Bogotá y uno de los más de dos millones de coleccionistas de estampillas del país. Conoce al derecho y al revés la historia de la filatelia en Colombia, así como sus modificaciones.

“Un coleccionista de estampillas las adquiere y recoge por muchas razones diferentes. Todavía existen quienes las recopilan porque conocen el valor histórico que hay en cada una de ellas. A mí en lo personal me gustan las raras, porque allí es donde se aprecia la originalidad del sello y de la historia plasmada en ese pedacito de papel”, cuenta Andrés, quien lleva más de 40 años midiéndole el pulso a estos documentos históricos.

Refiere que en los años 1800 Colombia no era tan grande. Para la época los tipos de impresión no eran tan perfectos, la mayoría de las estampillas salían con defectos; parte de su gusto por los sellos se relaciona con esa diferencia y disparidad entre cada emisión.

“Para la época Colombia no llegaba a 100 mil habitantes y en ese tiempo se usaban las estampillas escasamente. En el año 1859 aparece la Ley Orgánica del Correo, en la cual se legalizaron y se unificaron todas las correspondencias, que eran muy pocas en ese tiempo, pero se usaban tres modalidades: la oficial, que era del Estado; también estaba la pagada y posteriormente una que luego, lastimosamente, tuvo que acabarse porque salió un correo clandestino y el Estado comenzó a perder dinero”, refiere Andrés, mientras enseña su colección de estampillas con más de 100 años de historia, de anécdotas y de enseñanzas.

Resalta que el primer país que utilizó la estampilla fue Inglaterra en 1840 y luego todos los Estados se fueron sumando a esta iniciativa. En Colombia fue en el año 1859 cuando se emitió por primera vez una serie de estampillas.

“Cambiaba la relación de la correspondencia por cada 10 midiámetro. Antes no existía el kilómetro sino que el término usado era midiámetro y claro, obviamente las comunicaciones eran mucho más pequeñas. Mi colección principal de esa época era de 120 municipios raros. Por ejemplo, ‘La carnicería’, llamado así porque en la zona costera, en un entrecruzamiento, llegaba el ganado. También está el municipio de Chita (Boyacá), otro era Paicol (Huila) y así sucesivamente fui obteniendo estampillas diferentes a las comunes y lo mejor de todo era que la cantidad de estampillas que circulaban era muy poca y el grupo de letrados también era muy reducido; por eso mi fascinación en ese sector de la filatelia. Yo manejaba varios proyectos: Colombia tradicional, Colombia aérea, que es la historia del correo aéreo en el país, y Correos privados, por cuanto la Ley orgánica permitía que los particulares tuvieran acceso a este recurso”, apunta.



Una historia que contar

Para Andrés cada estampilla guarda una historia, un conocimiento, un pasado. Razón por la que en su casa tiene una pared repleta de este pequeño documento de cada parte del mundo, de diferentes temáticas, colores y diseños. Y, por supuesto, muchos coleccionistas mantienen un valor sentimental con estas piezas.

“La experticia del coleccionista es tener una variedad y guardar piezas únicas, tanto así que una postal con el avión invertido de Estados Unidos, la última vez que salió a subasta fue por cuatro millones de dólares. El año pasado también salió una subasta de Guayana y fue vendida por más de ocho millones de dólares”, afirma.

El curador

En pocas palabras, el experto en filatelia es un coleccionista que se vuelve un pequeño curador del patrimonio colombiano, por las joyas más raras. El gusto por la filatelia comenzó desde muy joven, y ya desde esa época se entusiasmó por buscar, conocer y guardar aquellos sellos raros.

“En la década de los 60 la gente se reunía en la Plaza de Bolívar de Bogotá a intercambiar estampillas, era el punto de encuentro; esa misma costumbre hoy en día se encuentra en Madrid (España), la gente va a la Plaza Mayor los domingos y encuentra a todos los fanáticos de la filatelia hablando, compartiendo, intercambiando estampillas. Entonces, eso quiere decir que por la relación con las estampillas se logra aumentar amistades. El aficionado es una persona que cuida mucho su colección”, refiere Andrés, quien estudió administración de empresas en la Universidad de la Sabana.

En cuanto a las postales, explica que los coleccionistas no han perdido su interés en ellas: “La gente puede tomar muchas fotos con el celular, pero jamás va a tener la precisión y la belleza de un paisaje. Las primeras postales en Colombia se hicieron en 1890 y eran paisajes de Barranquilla, Cartagena y Bogotá.

“Si uno mira las primeras estampillas de Colombia objetivamente podremos decir que son feas, mal montadas, pero después los empresarios de la época vieron que sería una herramienta  para hacer publicidad de la cultura y el turismo, y entonces aparecieron imágenes del obelisco de puente Boyacá, el río Magdalena, Puerto Colombia, el mapa original de Colombia y otros elementos importantes de la Nación”, dice.

Así fue como las estampillas fueron cambiando. Ahora son imágenes muy coloridas, cada estampilla cuenta una historia, expresa un mensaje, un recuerdo, un momento.

“Una estampilla transporta a la persona. Aunque es un papelito muy pequeño, te lleva a un mundo que automáticamente abre el campo a la imaginación, aunque tristemente en el año 2004 cambian las regulaciones y bajaron las emisiones”, refiere Andrés, quien a simple vista evidencia que vive enamorado del mundo de la filatelia.