Tremores de la ingobernabilidad | El Nuevo Siglo
Lunes, 5 de Junio de 2023

* La encrucijada de las reformas

* ¿Otra vez el “golpe blando”?   

 

Los síntomas de ingobernabilidad en el país, ante los escándalos en la Casa de Nariño, no se han hecho esperar bajo un pronóstico reservado. El ritmo vertiginoso de los acontecimientos, de muchísima mayor velocidad frente a otras épocas por las nuevas tecnologías, ha puesto de presente una caldera de telúricos hechos al interior de la presidencia de la República. Y que venían ocurriendo de hace tiempo, inclusive desde la campaña presidencial, a juzgar por las conversaciones entre los defenestrados, Laura Sarabia y Armando Benedetti, ex jefa de gabinete y ex embajador en Venezuela, los dos alfiles políticos más cercanos al presidente Gustavo Petro.

En efecto, a cualquiera es dable deducir la honda crisis a partir del tono altamente procaz de los audios dados a conocer por la revista Semana el domingo en la noche; del “estado policivo” descubierto a raíz de polígrafos en los sótanos de la Casa de Nariño, además de las interceptaciones telefónicas ilegales que involucran de mampara al tenebroso Clan del Golfo, practicadas hace casi un semestre; de los señalamientos, entre los mismos protagonistas, de actuar bajo los estímulos de la cocaína en las más altas esferas del Ejecutivo; de las cifras colosales de dinero tramitadas sin registro tan solo en la campaña de la Costa Atlántica y que, según Benedetti, tiene la misma línea del expediente del hijo del primer mandatario y que, de acuerdo con medios virtuales nacionales e internacionales, también tendría conexiones con la escabrosa dictadura de Nicolás Maduro a través del llamado Clan Torres e incluso con el sonado caso del Registrador Nacional; de las acusaciones de desfalcos estatales, denunciando a otros alfiles, como Alfonso Prada y Roy Barreras, pendientes de posesión en las embajadas del Reino Unido y Francia; del palmario nerviosismo por la imparable barrena del favor popular en las encuestas, entre otros elementos que en muy poco tiempo han determinado una crisis de confianza en el gobierno. Y que, si bien ya venía insinuándose, ha cobrado vigencia inusitada en apenas poco más de una semana.                      

De hecho, el propio presidente de la Cámara, vocero de la desmedrada coalición oficialista en el Congreso, suspendió ayer las discusiones de las reformas hasta no tener claridad sobre tan calamitosos asuntos. Y la voz solitaria de la vicepresidenta de la República, tratando de evadir las complejas realidades jurídicas, entre otras, atentatorias de los derechos humanos, en una supuesta pugna política no da para camuflar el espeso entorno. Del gabinete, solo el Canciller salió a explicar el raudo beneplácito para el nuevo embajador en Venezuela, de paso comentando que el escándalo no puede tener de fuente a un adicto, en alusión directa al ex diplomático en el país vecino, mientras que este trinó que buscan descalificarlo “por cosas futuras que pueda decir” y cuando ya de antemano había aludido al mismo tema en la cúpula presidencial, añadiendo posteriormente que se había dejado llevar de su parte “por la rabia y el trago”, sin denegar que todo lo dicho por él fuera verdad. Al mismo tiempo, la Comisión de Acusaciones de la Cámara, donde el gobierno adolece de mayorías, será epicentro de múltiples denuncias contra el primer mandatario, anunciadas por diferentes vertientes. Mientras que el país permanece huérfano de Contralor en propiedad, el Consejo de Estado se apresta a un fallo sobre la elección de la Procuradora, el Fiscal ha dicho que habrá decisiones prontas y el Consejo Nacional Electoral profundiza investigaciones sobre la campaña petrista.

Pero el país debe seguir adelante, puesto que tiene instituciones firmes y competentes para resolver la crisis. Si bien es evidente que las reformas en suspenso en el Congreso, ya de por sí pegadas con las deleznables maniobras del clientelismo, no tenían por anticipado un espectro favorable desde antes del escándalo es hoy indispensable, al mismo tiempo, blindar la economía nacional de las vicisitudes en que se encuentra la nación por el enredo en que se ha metido el propio gobierno y sus actores principales. Las tratativas dadas por el Banco de la República al tema de la inflación, sin intervención gubernamental, comienzan a dar resultados; las calificadoras de riesgo internacionales han mejorado el espectro colombiano, por características ajenas al Ejecutivo, impactando favorablemente la apreciación de la moneda; el petróleo, pese a los ataques oficiales, sigue incidiendo positivamente en la hacienda pública; el esfuerzo por crear más empleo ha sido una constante de los empresarios, a pesar de las nuevas cargas tributarias; el sistema de salud, aunque amenazado, continúa prestando bien sus servicios; y en general la economía ha respondido, dentro de las dificultades, por fuera de los calamitosos tremores de la Casa de Nariño.

Sabrán responder las instituciones a los retos que se le han impuesto y cuyas acciones legítimas en ningún caso puedan calificarse de “golpe blando”. Porque cualquier golpe, duro o blando, como ayer reiteró el primer mandatario, deja flotando en el ambiente que las instituciones son “golpistas”, tras de lo cual puede venir cualquier cosa.